30.5.06

SOLOS EN LA SALA


Hay días en los que ir al cine es como transitar por la ciudad de los fantasmas. La sesión de noche en un día laborable en la hora en la que casi nadie labora, es el paraíso del silencio. Las calles desiertas, carreteras sin coches, aceras sin paseantes, sólo nosotros yendo al cine.

Pagamos en la taquilla a un alguien inconcreto detrás de un cristal que, sabedor de que no hay nadie, nos ofrece retóricamente la posibilidad de sentarnos en una zona media, concretamente en mitad del cine. Un poco más adelante un señor carente de gestos significativos en la cara comprueba los billetes y nos invita a pasar.

Pasamos.

En las paredes hay carteles anunciando los próximos estrenos (el último peluquín de Bruce Willis es impagable), y así, mirando a un lado y a otro, sin darnos cuenta, nos encontramos transitando por un corredor casi en penumbra, y cuando llevamos un rato más bien largo de paseo sin haber observado ninguna puerta en ningún lado, y cuando la luz parece tornarse cada vez más tenue, y cuando miramos hacia atrás y sólo vemos una espesa niebla, por definir de alguna manera la sensación de que a medida que avanzamos vamos dejando un rastro de bruma a nuestras espaldas, cuando todo eso parece estar sucediendo, aparece ante nosotros, al final del corredor, una puerta abierta con un cartelito luminoso que reza: “Entren”.

Entramos.

En la sala sólo hay dos asientos, uno de ellos pintado en una cartulina que reposa en el suelo. La pantalla ocupa toda la pared frontal. Pero cuando observamos con mayor detenimiento, advertimos que no hay pared. En su lugar, un enorme hueco parece hacer las veces de pantalla, al menos eso queremos pensar. Nos sentamos (la cartulina resulta de lo más cómoda, invita a tumbarse, de hecho me tumbo sin temor a no ver nada, pues nada obstruye mi visión). Se apagan las luces. Comienza la película cuyo título aparece en letras negras sobre fondo gris: “BARDO”

Más arriba, en la sala de proyección, un operario se sienta en un pequeño sofá después de accionar el proyector. Se relaja. Saca de una bolsa de plástico un bocadillo envuelto en papel de aluminio y una jaulita. Mientras desenvuelve el bocadillo musita unas palabras al huevo que hay dentro de la jaulita:

—Bueno, mijito, hoy también estamos solos. Parece que hay películas que nadie viene a ver…

27.5.06

ULTIMA APARICIÓN EN PÚBLICO DE “SUPER NORMAL”




“Ustedas, ustedes y usteditos: tomen asiento. Pero no hagan ruido, que estoy durmiendo. Cuando se hayan sentado, avísenme y, una vez despierto, les desperteré a ustedes. Los usteditines que viven en esas cajitas no hacen nada, solo cosquillas, déjenlos tranquilos. Tienen tanto derecho a estar aquí como nosotros.
Bueno, ya saben todo lo que hay que saber, sepan esto.
Ahora se van a cerrar las cortinas. Si observan alguna variación en el ambiente como un nuevo olor o sutiles cambios de temperatura, regocíjense, pero no empiecen con los cuchicheos, así no hay quien duerma. ¿Están preparados? ¡No contesten! Tan sólo quiero saber si están preparados, no que me sermoneen con sus ideas infectadas por la memoria. ¡Que las cortinas sean cerradas!”

Las cortinas se cierran

DESPUÉS DE UN RATO EXTRAORDINARIAMENTE LARGO SE ABREN LAS CORTINAS

Las cortinas se abren

Entre el humo, aparece un carrito tirado por dos conejos encapuchados. Al llegar a la altura de la concurrencia (ésta se mantiene en silencio desde el interior de un foso), el carrito se detiene debido en gran medida al cese toda acción por parte de los conejos. Uno de ellos parece llevar un gorrito azul. Resulta muy difícil sin embargo, poder ver gran cosa desde el fondo del foso. Hace además un calor insoportable y la escasa luz que puede percibirse en ese recóndito lugar es prácticamente una mancha gris oscura indefinible sobre un trasfondo oscuro. Alguien grita:
—¡Despiértese, estamos ya sentadoos!

Una lona es retirada del carrito después de que un asistente aflojase unas correas, y emerge una figura humana vestida con una camisa de cuadros azules, un pantalón oscuro de tergal y zapatos marrones de entretiempo.
Es la primera aparición en público de Super Normal. El silencio es espeso, se siente una acusada expectación. Sus palabras han sido largamente esperadas por todo tipo de ustedades que incluso han abandonado sus hogares de forma indefinida para poder asistir al gran encuentro.

“Super Normal” está a punto de abrir la boca.
Lo hace:

“No hay que ir a ningún sitio. No hay nada que hacer ni que no hacer. Todo es como no podría ser de otra manera. Lo normal está muy bien, pero hay que ir hasta el fondo. La normalidad pura es difícil de conseguir para quien no haya dedicado sus esfuerzos a reconocer lo extraordinario en lo ordinario. Ahora voy a sentarme un rato y observen cómo acontezco.”

“Super Normal” acontece con toda normalidad durante un rato ni muy corto, ni muy largo.
Después del acontecimiento, S.N. regresa al interior del carrito y los conejos se lo llevan de nuevo detrás de las cortinas que son revertidas por un asistente a su estado habitual de tapación.

La concurrencia entra en un apacible estado de sueño. Harán noche allí mismo. Mañana regresarán a sus hogares. Nada habrá cambiado. Nada excepto su nueva capacidad para degustar las exquisiteces que la normalidad va a depararles a partir de este mismo momento en el que ustedes, ustedas y usteditos habitan.

No hay manera de eludirlo.
Lo normal siempre ha estado aquí.
Aconteciendo.

25.5.06

VIDA DE UN ARTESANO VIVO




Al fondo del local, en la trastienda y aún más al fondo, en un diminuto habitáculo, el maestro relojero ultima sus trabajitos de precisión pese a haberse quedado prácticamente ciego en los últimos años. Gracias a su extraordinaria aplicación, y tal vez a causa de su pérdida de visión, ha llegado a desarrollar un pequeño órgano receptor situado a la altura de sus riñones, que en su caso se sitúan a la altura de las orejas, justo donde tiene su terminación el bulbo raquídeo, pues la postura encorvada y replegada en la que permanece horas y horas ha propiciado una serie de cambios fisiológicos en su organismo. Este órgano cuya forma es muy similar a la de un cordoncillo amarillo de textura lanosa que se riza levemente hacia su terminación, requiere pocas atenciones. Lavarlo es una tarea sencilla que no demanda más que unos segundos con un bastoncillo de algodón empapado en alcoholes.

Su mujer, fiel a las recomendaciones del Doctor Cabesbuerces que es quien estudia con franco interés y dedicación a su marido, le ha cosido los párpados con el fin de que trabaje más cómodo, asistido exclusivamente por este órgano receptor cuya singular ubicación obliga al relojero a situar la mesa de trabajo a sus espaldas. Desde entonces, y debido a esta nueva situación en la que se ve forzado a darse la vuelta constantemente cada vez que mira algún detalle (es una manera de definir la función receptora del cordoncillo) para no perder la imagen en su cerebro, el rendimiento ha decrecido enormemente pero no así la calidad de sus trabajos, ganando en detalles y ornamentación.

El Doctor Cabesbuerces, famoso en su tiempo por haber sido el precursor del “nanocardio”, esa joya de la ortopedia moderna de la que todos nos valemos a partir de cierta edad, ha establecido un régimen de visitas que no obstaculiza de ninguna manera la labor del artesano. Estas se producen únicamente de madrugada, que es cuando el pequeño órgano se repliega sobre sí mismo inexplicablemente y toda tarea ha de ser suspendida por falta de estímulos receptores. Durante estos breves períodos el relojero dormita a intervalos discontinuos e irregulares, y es cuando el Doctor le somete a diferentes procedimientos analíticos. Una vez que se reanuda la operatividad del órgano y se restablece la normalidad laboral, el doctor se retira a la buardilla del piso de arriba donde se le ha dispuesto un jergón y una lamparita con el fin de que continúe con sus investigaciones hasta la obtención de resultados satisfactorios, lo que sucede muy pocas veces, dada la rara singularidad del fenómeno y la escasez de “tiempo de observación” disponible.

Un día, la mujer oye gritos en la trastienda y corre a ver qué ocurre. Cuando llega al habitáculo, asiste a un suceso que no añade ni quita nada a sus preocupaciones que son infinitas, aunque nota que a partir de entonces la vida puede dar un nuevo giro:

El relojero agitando sus brazos en todas direcciones y saltando sobre la mesa de trabajo llama la atención sobre el hecho de que “el Doctor me ha amputado el cordelillo y ha escapado a la buhardilla con él para injertárselo y comprobar su verdadera eficacia desde su propio punto de vista”. La mujer corre de nuevo hacia la buhardilla y después de llamar al doctor insistentemente y golpear repetidas veces a la puerta, ésta cede y se encuentra con el doctor que presentando una grave expresión en su rostro y con cierta solemnidad le dice lo siguiente:

—Seguramente no comprenda del todo mis actos pero déjeme decirle que quizá hayamos perdido a un valioso artesano pero hemos ganado la maravillosa posibilidad de… ¡Pero compruébelo usted misma!

Y el doctor contrae todos sus músculos, contiene el aire hasta que el color morado domina todo su rostro y se da bruscamente la vuelta mostrando una zona de la parte trasera de la cabeza totalmente afeitada de la que pende el cordoncillo en cuestión, enhiesto, cuyo color ya no es amarillo sino rojo oscuro y del que parece brotar un líquido viscoso blanquecino.

La mujer cede a sus verdaderos sentimientos y rompe a llorar en un estado de excitación tal, que se abalanza sobre el doctor e intenta arrancarle el cordoncillo de un mordisco, comprobando lo difícil que resulta tal empresa hasta que, una vez con el cordoncillo en su boca y poniéndolo todo perdido de líquidos espesos y coágulos, se le nubla la visión y, prácticamente a ciegas, corre escaleras abajo tropezando con su marido que estaba hecho una bola en el rellano portando en su mano un pequeño alicate, y cuando la mujer cae al suelo (mientras su esposo rueda escaleras abajo), nota que ya no puede ver nada. Siente un fuerte calor el pecho, una presión dolorosa y antigua... Y mientras se sumerge en un sueño profundo pronuncia estas palabras:

—Oh, que maravillo... maravi... casi siempre te he querido.

23.5.06

ENTREVISTA A UN SER INORGÁNICO




—¿Dónde está usted?
—Delante de usted, fíjese en una especie de neblina parda más o menos a la altura de sus rodillas.
—¿Es usted ese vapor que sale de la alcantarilla?
—No, no, observe detenidamente. Para ello cruce los ojos levemente, como si estuviese bizco, ¿me ve ahora?
—Pues no, lo siento, no veo nada, ¿seguro que no es usted ese vapor que sale de la alcantarilla?
—(Con una ligera resignación) No, no soy ese vaporcillo, voy a intentar subir hasta su cabeza. ¿Y ahora qué tal? ¿Ve algo, alguna sensación?
—Nada, nada de nada.
—Bueno, en ese caso, si me lo permite podemos hacer la entrevista desde dentro de usted, si no le importa que entre en usted.
—El caso es que acabo de comer copiosamente en un restaurante de comida normal y tengo cierta pesadez de estómago…
—No se preocupe, no se va a enterar, no ocupo espacio alguno, me instalaré en su cerebro.
—De acuerdo, pero después de la entrevista saldrá usted de mí con la mayor prontitud.
—No hay problema.
—Acceda.

”La operación se realiza en un instante”.


—¿Oiga? ¿Está ya dentro? ¿Oiga? Vaya, esto no funciona. ¿Oiga?
—(No grite tanto, ahora yo estoy en usted, lo que usted oye lo oigo yo).
—Pues tengo la vívida sensación de estar hablando conmigo, o con mis pensamientos. Así no hay manera. ¿Sabe qué? Me voy a salir un rato de mí para hacerle la entrevista con mayor eficacia, ¿me ayuda usted?
—(Si, claro, no hay problema).
—Bueno, como no hay manera de saber quién habla, hagamos una cosa. Ya que está aquí dentro, opere como si fuera yo y sáqueme fuera como si fuese usted quien saliese para continuar con la entrevista, no espere más indicaciones.
—(De acuerdo).

“La operación se realiza en un instante”.


—Bueno, a ver ahora. Esto es de lo más raro, noto que la entrevista ha dejado de importarme, en realidad me importa todo un carajo. Adiós, me voy a otra dimensión
—Pero ¿y su cuerpo, qué hacemos con él? ¡Espere, me voy con usted! (Me siento pesadísimo y me dan mareos).

*****

Son las seis de la tarde, un hombre se sienta en un banco de un parque, al lado de un árbol con nombres, fechas, flechas y corazones dibujados en su corteza. El hombre sonríe.

Una paloma deja caer sus excrementos en su cabeza. El hombre sonríe.

El cataclismo tan gordo del que todo el mundo habla desde hace 2000 años, acontece.

El hombre sonríe.

18.5.06

FOTO DE YO OCURRIENDO



Dando una vuelta por ahí, me di cuenta de una cosa: NUNCA ME VEO REALMENTE
Bueno, veo parte de mis pies, un trozo de rodilla, mis manos, una pequeñísima porción de mi nariz para lo cual tengo que cruzar los ojos (¿qué ojos?), y poco más. Cuando quiero “hacerme una idea” de mí al completo, recurro a un espejo o a una película, o a mi imaginación. Demasiados filtros.

Pero, ¿de verdad hay alguien ahí? Yo, por poner un ejemplo conocido por mí, no lo sé. De la misma manera que los pelos me crecen solos, la digestión se hace sola y se me renuevan solas las células cada tantos años, es muy factible que la mente me esté pensando sola, es decir, que realmente ahí no haya nadie, un montón de mecanismos funcionando autónomamente en virtud de una especie de pulsión misteriosa.

Si así fuera, mi intervención en “ello” sería nula. Ello ocurre y ya está. No tengo que poner ni quitar nada. Todos mis sentimientos, emociones, pensamientos, percepciones, son parte de todo lo que ocurre. Y ello, quiera yo, o no lo quiera, ocurre solo.

Como decía (lo que quiera que eso quiera decir), dando una vuelta por ahí me sentí (¿quién?) liberado de la terrible tarea de cargar conmigo. Eso se lo dejo a “Ello”.

Y la verdad es que todo sigue su curso como siempre, energía siendo todo el rato, expresiones, manifestaciones, espacio…

Silencio.

16.5.06

LA LUNA EN TAURO


La luna iluminada. También la luna oscura
Luna una

Esta luna del 13 de mayo ha sido nuestra luna maya, una esfera en el espacio que mira cómo miramos

¿Porqué no se cae? Quizá esté cayendo con el Universo entero, cayendo en la cuenta, quizá no caiga y esté realmente suspendida, como una canción antigua flotando en el alma, un desconocido que nos mira desde una ventanilla y justo cuando el tren inicia su marcha, una leve sonrisa, un ángel que pasa. Quiero saber quién eres, porqué me has sonreído, porqué en un instante se me ha encendido el pecho. Y con el pecho encendido visito otras estaciones, y siempre esa misteriosa sonrisa…

Veintiocho días

Esta vez la luna nos ha contado: uno
También nos ha encantado

12.5.06

1000 SACOS DE ALGODÓN DE FERIA Y UN MUELLE PEQUEÑO



—Teniente, como sabe que soy muy bueno, ¿me permitiría ir a la feria, que es que tengo un poco de hambre? No es un hambre normal de lentejas o carne o pizza o algo así
—Y ¿a qué tipo de hambre se refiere, cabo cero (cerero)?
—Es un hambre como de algodón de feria. Quiero probar grandes cantidades, pues parece que por mucho que uno se lleve a la boca, en realidad se lleva uno bien poco. Queda reducido, mengua, casi llega a desaparecer una vez entra en contacto con la saliva. Me haría muchísima ilusión, señor
—Bien, puede ir, pero antes cómpreme un muelle
—Si, señor, ¿qué tipo de muelle, señor?
—El que observo que falta en su percutor
—No tengo percutor, mi teniente, lo siento
—Cómo que… ¡Rápido, escóndase detrás de esas cortinas! ¡Creo que viene alguien!

No vino nadie. El teniente reprodujo una conversación de tema administrativo a dos voces, una de ellas era como la suya (era la suya) y la otra (también suya) mostraba tonos agudos y forzados con una gestión del aire bastante irregular. Se oyeron carraspeos y algún eructo contenido. El cabo cero aguardaba detrás de las cortinas. La calefacción situada justo detrás de esas cortinas estaba regulada al máximo, y el restringido espacio en el que se hallaba no permitía una postura cómoda, “si al menos pudiese echar una cabezada…” se decía el cabo empapado en sudor.

Esa situación duró muchísimo tiempo. Cuando el olor a pantalón quemado resultó insoportable, el teniente dijo esto:

—¡Rápido, escóndase detrás de esas cortinas!
El teniente (exceptuando al cabo cero que aguardaba detrás de las cortinas y el teniente, no había nadie más) corrió a esconderse junto con el cabo cerero, y entre susurros se comunicaron:
—¿Qué hace aquí, cabo?
—Estaba soñando despierto. Imaginaba una feria llena de puestos de algodón de feria. Conseguí alquilar una furgoneta enorme a buen precio. La cargué con 1000 sacos del preciado alimento recreativo. Comprobé con cierto fastidio que habría cabido todo ese algodón rosado en una bolsa de patatas fritas tamaño medio y me marché a un descampado a darme el festín…
—Y, ¿el muelle? ¿dónde está el muelle?
—¡Cachis la mar! ¡Se me ha olvidado!
—¡Entonces haga el favor de desoñar lo que ha soñado!
—Lo siento, teniente, no tengo sueño, tendré que esperar a la noche
—No se preocupe, pasaremos aquí la noche, al calor del radiador, quien sabe si no será la única, ¿me ayuda a desnudarme?
—Si, como no, señor, pero hoy no voy a poder bañarle
—Ya veo. ¿Qué pasó con su percutor, cabo?
—Repercutió en mí, señor
—Comprendo. ¿Y el muelle?

En ese momento oyeron como alguien que entraba en ese momento en el despacho, con voz tipo “la mujer de la limpieza” instaba enérgicamente a otro alguien con voz tipo “guarda de seguridad” a esconderse detrás de las cortinas…

Se apagó la luz

Un hombre yacía en mitad de la calle. Había sido arrollado por un autobús con el número 686. Parecía recuperar por unos instantes la consciencia. La ambulancia estaba de camino. Sus palabras fueron:

—¡Huele a churros!

Un muelle pequeño rodaba por el asfalto pero nadie se fijó en este detalle.

11.5.06

GRACIAS POR EL SILENCIO


A quienes han decidido de forma consciente dejar este espacio en el que todo ocurre, o dejar que este espacio sea, gracias.

Sea como fuere, el silencio ha permitido que la cosa ocurra, y aunque la cosa haya ocurrido, no tiene la menor importancia, porque ello ocurre todo el rato.

Las niñas danzan en el agua limpiándolo todo; la casita limpia, la pena del patito, la rana verde que son los novios, los papás, mamás, las culpitas adheridas a la capa externa de nuestros órganos internos… Todo limpio.

Ellas, nuestras brujitas buenas que siempre están ahí para recordarnos el jardín, nuestro paraíso aquí, ahora, ya, pero antes hay que limpiar la casita, limpiar la pena negra que hemos maquillado muy bonitamente, ese terrorismo de la mente, esa nada que nos estorba… eso que nunca ha existido para el sol, esa enorme bola de fuego suspendida en el espacio que ilumina otras bolas, y de esas bolas nace la fiesta del color al calor de los calores.

¿Quién se fija en ello? Todas esas bolas giran, algunas desaparecen, otras aparecen, tal vez las mismas. Nacer una vez resulta tan extraño como nacer dos, creo que lo decía Voltaire, ese iniciado de los juegos de la mente.

¿Quién se fija en lo que ocurre? Es nuestro patrimonio, la buena nueva, ocurre porque la conciencia se da cuenta, hay que observarlo pero primero la casita limpia. En todas partes hay alguien que dibuja las plantas con su atención. Con su atención lo dibuja todo, y su atención es la misma atención que sabe que ello ocurre todo el rato.

Alguien tiene que hacerlo. En cada casa, en cada grupo, en cada persona, en cada ser, en cada no ser. Lo que no ocurre, ocurre también.

La conciencia está en nuestro cuerpo pero también está en el resto de los sitios. Sería como sumar uno a infinito menos uno, como restar cero a cero, como contar uno de uno en uno.

No es necesario esperar, esa es la noticia máxima, el notición del noticiario cósmico, ya no hay más noticias, sólo está La Noticia. Nótese esto. La nota en la nota, la canción que cantan todos los niños, tenemos que recordarla, dejemos que nuestros niños nos laven la cabeza con una esponja violeta, ellos nos cuidan y nos limpian.

Gracias por el silencio

El corazón en el sol

8.5.06

EL NIÑO QUE LE OCURRE A LA COSA (PERO A LA COSA QUE NO TIENE A LA IMPORTANCIA)



Un niño común es identificado como sustancia tóxica. Su aspecto de niño no parece ser relevante en este caso. Se le somete a un test con el fin de verificar el nivel de toxicidad

EL TEST

Sesenta cuestas que contar cuestan tan poco como sesenta costales a cuarenta unidades la porción, siempre que la porción sea más pequeña que la más pequeña de las cuestas, claro está, y si, y solo si, previamente separamos las unidades en grupos de dos. Así pues:

PREGUNTA Nº1 ¿Cuántas pendientes llegaremos a calibrar habida cuenta de la imposibilidad de separar las cuestas en grupos cuya singularidad es la pluralidad, una vez determinados los elementos conformantes de la segunda opción no mencionada?

PREGUNTA Nº2 ¿Cuál es la segunda opción?

PREGUNTA Nº3 ¿Una vez identificada la 2ª opción, sería posible la obtención de una 2ª opción prima balanceada?

PREGUNA Nº 4 ¿Cuándo sería eso?

LA RESPUESTA

“Quiero hacer caca”


LAS CONCLUSIONES DEL DOCTOR ROËGTER

Bien. Consideremos la posibilidad de descansar de todo esto. Una vez considerada, rechacémosla y esperemos un ratito. De observarse cambios de temperatura, el resultado sería nulo.
Por otro lado, aprovecho esta ocasión para anunciarles mi compromiso con la señorita Berta Verso García Tardes Monedero (ya recientemente analizada por mí mismo sin usar animales) cuyo desposamiento se celebrará el próximo otoño en la Iglesia de la Virgen de la Eterna Pena. Los asistentes podrán asistir o ser asistidos en función de sus deseos.

LO QUE DICEN LOS PERIODICOS

Como bien saben, la predicción meteorológica hace mucho tiempo que no es fiable, lo que no es obstáculo para que las madres sigan esos famosos espacios televisivos al término de las noticias con renovado interés por motivos desconocidos y vistan a sus hijos al día siguiente en función del clima percibido de instante en instante. Y ahora les hablará mi redactor jefe:
“El subordinado que me cede la palabra me tiene recluido en un sótano. No parece peligroso, ni lleva armas, pero el nivel de toxicidad resulta insoportable. Su aspecto de niño de seis años parece fuera de toda duda. No se preocupen por mí, ya no tengo necesidades primarias, he regresado a mi antigua condición de muñeco. Avisen a mi mujer, por favor, que la tengo aquí al lado durmiendo y me queda muy poco tiempo para “hacer que vuelvo del trabajo”.

LO QUE DICE UN HOMBRE CONECTADO A UNA MAQUINA :

¡Quitadle ese juguete que seguro que suelta gases!

5.5.06

CUANDO NO ESTOY



Aunque el sol no ha iniciado su retiro detrás de aquellas montañas azul cobalto, o quizá sean nubes o el mismo mar que evapora sus secretos, quién sabe, la tarde se convierte en un agradable paseo a lo largo de una playa casi vacía. No hay nadie, ni siquiera yo. Solo está el paseo y un montón de pensamientos libres. No los juzgo ni los califico, no lo necesito, porque no estoy. Observo en silencio:

Esto, lo otro, tal, etc… Qué pasa, ¿es que nadie me escucha? ¿Oiga? ¡Ciudadano americano, se le han caido 200 dólares! Ah, igual es holandés. Hmmm, creía que la rodilla me dolía pero no voy a bajar a comprobarlo… Qué increíblemente bello es todo esto, no está nada mal para tratarse de un pueblo marítimo cuya carretera nacional todavía discurre a lo largo del mismo. Otra concha en forma de corazón, ¿querrá decir algo? Qué ganas de mear, aquí mismo va a ser… Li lirri, lirri lii… ¡Anda, me había olvidado de… bah, lo dejaré para otro día, qué ganas de quedarme aquí un rato, que cosa más rara un rato, es como el masculino de rata, las ratas ¿no son como los conejos y como los canguros? Mi amigo Alberto… qué cara tan singular tenía, pero eso es solo una impresión, no recuerdo su cara, creo que era más bien larga, con ojos de almendra, tenía una bici super chula, corría casi tanto como la de Angelico Patatico. No, Angelico Patatico era el que más corría. Pero mi bici tenía un delicioso color crema y sus ruedas olían tan bien, y el ruido de la dinamo en la llanta que producía aquella luz mientras cabalgaba en la noche… Como si fuese ahora… ¿no lo es? No es posible que ahora no sea ahora. No vivo en otro sitio…

¿Dónde está mi conciencia? (¿Quién lo pregunta?)

4.5.06

¿ES POSIBLE EL OLVIDO?



Hace mucho, mucho tiempo, ocurrió algo, con toda seguridad, algo de lo que no me acuerdo en absoluto. La historia debe de ser preciosísima, lástima que me falten datos (todos los datos). Solo me ha quedado una sensación semejante a cuando despierto después de un sueño maravilloso cuyos detalles, trama general y personajes han desaparecido, aunque ¿es razón suficiente la falta de recuerdos de una historia para someterla definitivamente a los rigores del olvido? Si, rigores. Porque hace falta una energía muy especial para mantener algo en el olvido. Olvidar no es como accionar un interruptor que una vez accionado ya no requiere atención alguna. Olvidar es… es…

Recuerdo aquella canción… Yo estaba tumbado en el sofá de algún salón de reuniones juveniles y tal. Ella estaba en la terraza, con sus pensamientos, con sus cositas. La lluvia en su cara, sus lágrimas en la lluvia, ¿estás llorando lluvia, maravillosa criatura? Algo te está lloviendo, y te llueve tanto y tan cálidamente que quisimos que tu lluvia nos lloviese también a nosotros, pero la terraza solo estaba abierta para ti.

Con el tiempo hemos ido olvidando casi todo, excepto ese pequeño paraíso que desplegó sus frecuencias indescriptibles en aquellas últimas horas, antes de que el tiempo desapareciese un instante. Un instante en el que desaparecimos todos.

El instante de tu recuerdo

HAGALE PASAR


Hay pocas ocasiones en las que
Date cuenta de que ahora que
Que

Salimos dos veces al mismo tiempo, cada uno por su lado. La segunda vez coincidimos en el mismo sitio y como no había nadie más, nos besamos como nadie nos hemos besado jamás. Después ella me llamó “mi querido frutero”. Y supe que hablaba con otro. Como el otro no estaba, yo hablé por él:

—Esa caja va a romperse por abajo, ¿no ves lo húmeda que está? Es mejor apilarla junto con las demás hasta que se seque y se olvide. Voy a cerrar el almacén, ¿te importa desplazarte un poco ya que estoy trabajando y llevo despierto desde las cuatro de la mañana porque es cuando llega el género?
—Yo soy tu género, cómeme antes de que pudra
—No importa, si pudre, haré compota para los perros

*****

En esta tarde soleada huele a fijador multiusos de venta en casi todos los sitios del mundo. Arriba, en el segundo piso de un caserón, huele a heno. Tampoco está tan lejos el paraíso, bastaría con andar unos doscientos metros más arriba, por ese sendero de entorno rural, en el campo
—Yo me fui a vivir a un pueblo y acabó siendo un rollo
—Si, es cierto todo lo que dices, te fuiste a vivir a un pueblo y acabó siendo un rollo
Hay que acostumbrarse a no acostumbrarse a nada; así, no saliendo de nuestras costumbres, salimos de nuestras costumbres.
Dos veces no, es sí; dos veces sí, es sí.

—¿Qué hora tiene?
—Es la dos y diez (está bien dicho, la hora que es, es una hora solo)

*****

Voy yendo por la calle (siento como voy yendo) ¿A dónde voy? Voy a una agencia de viajes, pero sólo quiero que me den un viaje de regreso, me gustaría evitar la ida. No conozco ninguna agencia que venda eso, así que me dirijo a cualquier establecimiento que no tenga ningún rótulo en la puerta, lo que facilita enormemente el autoengaño . He encontrado uno:

—Hola, quiero un billete de regreso me da igual de dónde
—Si, gracias, ¿fumador o no fumador?
—No se preocupe, prefiero regresar sin pulmones
—Ah, menos mal, creía que era usted uno de esos que acarrean tantas y tantas bolsas de plástico… O sea, que va a regresar inorgánico, ¿no? En ese caso llévese unas cuantas bolsas de plástico (que yo le venderé gustosamente) para que traiga sus desperdicios de vuelta.
—Gracias, le pagaré a mi regreso, o mejor aún, mandaré a un familiar cercano para que hable mucho con usted y una vez que hayan establecido lazos de amistad o de cualquier otra relación, (un matrimonio por ejemplo), le pague a usted lo que se deba en comodísimos plazos, o que no le pague nada si decidieran casarse ya que, de ser así, lo podría considerar mi regalo de bodas. De todas formas creo que le voy a pagar ahora y ya me devolverá el dinero cuando pueda, claro está, si usted decidiese no casarse. Si sí, si.
—La verdad es que al principio cuesta un poco decidirse… pero sí, me voy a casar de todas formas. Así que no me pague, PREFIERO UN REGALO.

*****

1. Esta puerta no se abre. Pues no entro. Adiós.
2. ¡Espera! ¡Espera!
2. (Hágale pasar)
2. Hágale pasar
3. (Ojalá pudiera hacer eso que me pide, pero creo que tiene fuertemente sujeto el pomo del otro lado de la puerta)
2. ¡Hágalo! ¡Hágalooo!
1. No sólo no entro sino que de aquí no sale ni dios
2. ¡Hágaloooo!


El Universo es amistosamente neutro. Todo bien.

1.5.06

COLORES



Verde, por empezar con cualquiera. Verde, por ejemplo. Pero no ese color mortecino y frío; un verde luminoso y reluctante para quienes crean que los ojos envían imágenes objetivas. También charoles antiguos verdes, verdes claro palideciendo en favor de promesas amarillas, no a la manera de un cuarto amarillo y sus terrores, sino un amarillo primo hermano del blanco que no traiciona aunque no le importaría traicionar.

Y ya que hablamos del blanco (¿lo hemos hecho? Ah, si), ya que hablamos del blanco, vamos a dejar de hablar un poco del blanco, pues no vamos a estar todo el rato hablando del mismo color, aunque ¿por qué no? ¿Acaso alguien cuya autoridad es superior a la nuestra nos obliga a ello diciendo algo así como: “Un rato por color, un rato por color, por favor, cuántas veces tendré que decirlo”?

Bueno, dejemos el blanco, no por nada, sino porque queremos ver qué pasa con otros colores. Pero para decir marrón claro o algo así, mejor píntalo al mismo tiempo que dices: “el marrón, aunque sea marrón claro, no es mal color, laa la laa”.

Dí lo que quieras, pues no vaya a ser que yo sea tú, o que tú seas yo, o algo así, en cuyo caso ¿me estaría hablando a mí mismo, es decir, a tí mismo? ¿Y eso cambiaría en algo nuestra conversación? ¿Y si así fuera notaríamos la diferencia en caso, claro está, de haber olvidado por completo nuestra conversación? Dejémoslo, se lo pido por favor.

Si ahora tienes frío, puede que se trate de un frío azul, o lo que es peor, un frío rojo. Que los hay. El frío rojo es el único color capaz de encerrar el alma en una urna de metacrilato de 15 X 15 centímetros y quedarse tan ancho. Precisamente ahora que empezábamos a estar de acuerdo en la temperatura de los colores. Decíamos: “Queremos entendernos con ese asunto de los colores. Qué hacemos, mi coronel”. Y luego alguien sugería desde algún escondite fuera de nuestro alcance: “¡Naranja a tope, naranja a tope! Pi piiii, que pasooo...”.

Hay un color llamado marfil, que en consonancia con el azul cielo mi amor, o con el negro mate, nos llena de dicha y regocijo veraniego cuando todavía no es verano.

Y luego están los tonos del crepúsculo, un paraíso de azules turquesa y amarillos encendidos, alguna veta violeta, todavía mucha luz escondida y delirios nuevos para los sentidos.

El rosa de tus besos