28.4.07

PERDIDOS EN UN LOCAL DE ENSUEÑO


En una región llamada Dadudle viven agrupados ciento once individuos de la especie huménida (monos con atributos humanos). Se dedican todos a la construcción de viviendas para reconejos, una especie animal nacida de aquellas llanuras áridas que ha desarrollado una nueva habilidad: hablar perfectamente el idioma local.

El idioma local consiste en una ligera evolución lineal del idioma prelocal, constituido a su vez por una larga serie de aullidos cortos y continuados que no cesa hasta que alcanza determinado umbral que cancela la atividad cerebral en el ochenta por ciento de los secctores por falta de oxígeno en el sistema respiratorio. Las articulaciones se usan poco en la práctica del lenguaje. Han menguado considerablemente en sus proporciones a lo largo del tiempo. Sin embargo, todavía dan muestras de una gran operatividad.

En la vida de ese lugar se alternan el estrépito ensordecedor con el silencio del desierto. motivo por el cual este organismo cartilaginoso (el reconejo) comenzó a inhibir genéticamente la capacidad auditiva en sus últimas generaciones. Sus orejas derivaron en una pequeña protuberancia situada detrás del cuello. Era muy corriente que supurase un poco en días de calor intenso.

Ante la evidencia de la inutilidad de la violencia, se negocia la convivencia.

Los humanos construyen sólidas viviendas de adobe y aerogel (regalo de los visitantes de las estrellas) para detener en lo posible la definitiva desaparición de la capacidad auditiva y el órgano correspondiente en estos animales de áridas llanuras que ya no eran felices en aquel entorno. Se había observado que cuando estas criaturas no son felices, despiden un fortísimo olor a almizcle agriado que impregna la región casi de forma permanente. A causa de ello, la capacidad olfativa de los huménidos había declinado sensiblemente en las últimas generaciones, lo que parecía originar fuertes accesos de tristeza entre la población.

Sin embargo, al no advertirse la presencia de otras especies animales en aquella región (con la salvedad del “grillo espérido” que vive mucho más retirado, aunque no se ha sabido de nadie que haya visto nunca un sólo ejemplar de esa mixtura entre mamífero e insecto), se consideró el valor sentimental de la presencia de los reconejos por encima de otras consideraciones.

Esta consideración se realizó espontáneamente y de forma simultánea por huménidos y reconejos.

En ese momento hubo una compresión profunda de la naturaleza de las relaciones entre especies. Mucha energía quedó liberada. La lucha por la supervivencia pareció detenerse dando lugar a comportamientos extáticos entre la población…

Hoy en día, los reconejos se han integrado de tal manera en Dadudle que pagan sus viviendas protegidas con moneda local. Los huménidos también se han integrado muy bien, y se han convertido en excelentes constructores de viviendas para reconejo, y no hablamos de cajitas-casa para mascota casera ni, por cierto, de ninguna otra cosa, pues nadie está diciendo nada.

FINAL UNO

O quizá todo se trate de una leyenda de la mitología local.

FINAL DOS

No hay frase final

FINAL TRES

Todo sigue cambiando alegremente desde entonces.

26.4.07

CONSIDERACIONES ACERCA DEL DINERO

Los recibimientos siempre nos ha gustado
dispensarlos y recibirlos principalmente en los vestíbulos,
esa bella pieza…

"Lo que venga después (de ahora) va a ser muy bien recibido." (El balance de Super Normal).


El dinero se da y se recibe
. En sí, no es nada, o más bien, es nada. Una nada cuyo valor es indiscutible; es el valor que le hemos dado, el valor que vamos dando a todas las demás nadas desde las cuales somos imaginados por la materia en su viaje a través de la luz. El espectáculo es sobrecogedor pero eso ya no importa tanto como el hecho mismo de la existencia del espectáculo (¿porqué ha de haber un espectáculo?).

No es necesario mantener una relación afectiva con el dinero.
En cualquier caso, al dinero le da igual todo esto.
Sólo quiere fluir… como el dinero.

El dinero no ocurre.
Se nos ocurre.

22.4.07

TRANSFERENCIA REALIZADA CON ÉXITO


“Quiero transferirle una información. La información no la tengo todavía pero no se preocupe, la encontraré. Mientras tanto voy transferirle un saludo con una buena carga afectiva, créame. Aunque no le conozca de nada ni le haya visto en mi vida, mi vinculación con usted es evidente, pues me hallo en presencia del recipiendario de mi transferencia. Somos complementarios e indivisibles. Somos agentes de intercambio, elementos transferentes, formantes informes…”

—Todo está en los informes, Mariscal Seiger.
—Sí, eso ya lo sabíamos. Pero dígame, ¿de verdad espera que pase la noche en vela leyéndome todos esos documentos? Infórmeme usted, si es tan amable. (Más tarde se verá que esta actitud dificultará enormemente una buena Comprensión General del Mundo y de los que viven en él, lo cual no deja de ser una excelente elección para quien así lo haya decidido).

LA INFORMACIÓN ES ESTA:

Los documentos hay que mirarlos con amor y detalle, hay que entenderlos. Extenderlos sobre una mesa amplia, tenerlos a la vista y mantenerlos en la consciencia, procesarlos mentalmente, organizarlos, buscarles un lugar al que podamos acceder fácilmente, tocarlos, olerlos… orearlos.

Qué descanso.

11.4.07

EL HIPNOTIZADOR


El Barón J. Otsein siempre fue renuente a mostrar sus dotes como conductor de voluntades en público; por esta razón realizaba sus sesiones siempre en privado. En aquellas sesiones no se permitía un aforo superior a ocho personas. Al menos cinco de ellas tenían que poseer alguna capacidad especial como por ejemplo mover objetos que hayan estado quietos en algún momento (cosa imposible de concebir pero comúnmente aceptada), o intervenir en decisiones ajenas a una distancia de al menos tres metros. Cualquier pequeña habilidad mental era bien recibida por el Barón, quien, por este motivo, parecía sentirse más cómodo durante sus intervenciones.

Los tres asistentes restantes tenían que ser dormidos previamente tras unas cortinas. Después podían permanecer tumbados junto a las cajas del fondo de la habitación si así lo hubiesen manifestado antes de la sedación. Pero habrían de contar con la ayuda de algún familiar que se hiciese cargo de los bultos después de la sedación. Los familiares sólo podrían, caso de desearlo, entrar en la habitación durante unos pequeños instantes con los ojos vendados aunque era preciso que sus consciencias fuesen previamente apagadas en todos los niveles (“una lobotomía resultaría menos traumática y más segura” asegura un amigo de un familiar). Se sugiere la permanencia en vestíbulo principal durante toda la sesión.

LA SESIÓN CERO

—¿Cómo se llama? (Barón J. Otsein)
—Si. (Paciente 114)
—Si. ¿Cómo se llama?
—Herp Alberb.
—Duérmase. Ahora.
—si.
—¿Lo ha hecho ya?
—si.
—Y, ¿porqué lo ha hecho?
—usted me lo ha pedido.
—Usted me lo ha pedido.
—usted me lo ha pedido…


USTED ME LO HA PEDIDO

camino sobre la arena gris… está oscureciendo, una brisa ligera llega del mar, las montañas parecen otro mar más oscuro en la lejanía... me llega calor del suelo, un calor muy agradable. me siento. tengo deseos de comprobar cómo se acuesta una esfera en el océano…

(clac)

¿qué está pasando? ¿es usted quien me tapa los ojos?
(…me pregunto a qué ojos me estoy refiriendo)
en este lugar se puede ver con todo, incluso con los ojos tapados.

Se oye un chasquido, una bombilla explota en la biblioteca.
Después, todo es normal. El Barón J. Otsein concluye la sesión:

—Muy bien, ya hemos terminado. ¿Quiere que le despierte o prefiere continuar dormido?
—me resulta muy difícil responder a eso, doctor…
—Y, ¿en qué estado prefiere usted continuar con esa dificultad, en el de sueño o en el de vigilia?
—el estado es lo que no quiero que cambie. con el resto puede hacer lo que quiera. pero sepa que:

1. el hecho de permanecer dormido o despierto como usted dice, no cambia mi estado.
2. el estado es al mismo tiempo lo de menos.

La transcripción completa de La Sesión Cero ha permanecido fuera del alcance de la opinión pública hasta la fecha.
En el diario personal del Barón, se ha encontrado esta anotación:

“Si, ya me he dado cuenta.”

Y esta otra:

“El paciente ha entrado en el núcleo sin ataques de pánico aparentes. Parece tranquilo.
De pronto inicia una conversación con otro sujeto con quien establece una comunicación muy fluida y sincera:

cuando dices que sí, que ya has pasado por eso otras veces, lo que me temo que quieras decir en realidad es que has repetido en tu cabeza un encadenamiento formal de seis o siete enunciados tendenciosos hasta saturar tu percepción de la pseudoexperiencia “lo que antes me gustaba ahora me aburre” hasta la analgesia total, ahogando de esta manera cualquier tentativa de disfrute ingenuo que aparezca en tu campo de atención sin ningún propósito específico. si crees que puedes vivir exactamente la misma experiencia dos veces, es que no has entendido de qué va esto. seguramente habrás entendido otra cosa. ¿podrías contármela? seguro que está muy bien también.”

9.4.07

ESTOY YENDO EN TREN


El tren se para en la estación. Alguien desde el andén número 2 enfoca su atención en una persona situada tras una ventanilla del vagón número 6, que parece hallarse inmersa en arduas reflexiones a juzgar por la expresión de su frente. Esa persona eres tú, Florián, o Yolanda o Tomás Gómez Vaso, o cualquier otra denominación que pudiera darse en ti. De pronto llaman a tu telefonito multimedia, miras el número que aparece en el display, aceptas la llamada y se oye esto al otro lado: “¿Estás yendo en tren?”, y tú respondes “sí, estoy yendo en tren”.

Y ese alguien que soy yo, retira lentamente la atención de ese mundo de los interiores de los trenes, y se va a dar un paseo a otro lado, que seguramente estará muy bien también.

2.4.07

EL ANUNCIO DE UN MUNDO MEJOR


“Super Rara” estaba sentada en el alféizar de una de las ventanas de la planta 4 del edificio de la Comandancia Terrestre de Maniobras Retractoras. A través de los cristales de aquellas ventanas se podía observar el ir y venir de hombres y mujeres disfrazados de militares dentro un laberinto de despachos sin paredes. En el patio de maniobras adyacente unos cuantos obreros arreglaban la fachada oeste que se había desplomado tras las últimas lluvias y cuando decimos últimas nos estamos refiriendo a verdaderamente últimas. En medio del recinto había una máquina amarilla Liebherr 612. Alguien la manejaba con notable habilidad desde la oscuridad de la cabina. En algún lugar sobre la superficie de un planeta inconcebiblemente remoto, una formación viscosa se alzaba sobre sus propios pliegues para volver a replegarse tras unos instantes, agotando de esa manera su vida biológica en ese planeta...

Todo eso ocurría a la vez.

Después ocurrió esto:

(OBRERO ESCALDADOR) —Eso de ahí arriba, ¿no es una mujer? Dios…
(PATRÓN DE ESCOMBROS) —Parece un enorme muñeco de esos que se te caen encima cuando de niño abres un armario ropero para ver qué hay dentro de la oscuridad. Tengo un poco de miedo.
(OFICIAL DE MAQUINARIA) —Yo diría que está señalando algo…

Efectivamente, aquella extraña mujer o muñeca grande de armario parecía señalar en dirección a un reloj situado en la fachada sur.
En ese momento marcaba LAS MIL Y CUARTO.

(OBRERO ESCALDADOR) —Se me ha hecho repentinamente tardísimo.
(PATRÓN DE ESCOMBROS Y OFICIAL DE MAQUINARIA AL UNÍSONO) —A nosotros también.

*****

Y ahora que es tan tarde, ya no hay nadie.

Se fueron hace mucho tiempo. El viento hace bailar en círculos a una maraña de matojos. El patio está quieto. Un semiperro del desierto, especie diminuta de reciente aparición cubierto en su totalidad por erupciones cutáneas se lame el prepucio sobre la cabina de una máquina amarilla y marrón óxido. Ya no hay cristales en las ventanas. La hierba ya no crece en los resquicios de las aceras. Un cartel de chapa decolorado (se adivinan azules turquesa, marfiles y rosa) sobrevive en la pared desnuda del edificio militar anunciando un lugar exótico para ir de vacaciones. Un niño con la cara muy redonda saluda sonriente a través de la ventanilla trasera de un vehículo familiar que se desplaza a ese lugar, alejándose del observador saludado (el saludo observador).
Y un reloj sin agujas está a punto de precipitarse al vacío…

El oficial de maquinaria, después de una larga enfermedad y de una severa intervención quirúrgica, se yergue sobre sí mismo, y al tiempo que se deja caer de nuevo sobre la cama agotando prácticamente su vida biológica en este planeta, le dice a su anciana mujer con voz apagada:

“Nadie lo recuerda ya, pero durante mucho tiempo se estuvo diciendo a mis espaldas que aquello que estaba allí subido lo puse yo con la escaldadora. Me respetan demasiado, tú lo sabes. Por eso nunca me lo dijeron a mí directamente. Pero yo sólo hago mi trabajo lo mejor que puedo, en eso pongo toda mi atención, bien me conoces, así que, ¿por qué motivo habría de dispersar esa atención que con tanta y tan larga dedicación he atendido, con el absurdo propósito de subir aquello allí arriba? Sí. Soy capaz de extraer de su nido con la pala escaldadora una cría de corneja y depositarla con suma delicadeza en el interior de un rollo de papel higiénico sin poner el papel perdido de viscerillas. También soy capaz de… tantas y tantas cosas…

Pero yo no puse aquello allí arriba. Bien lo sabes tú…”

“Ya no lo voy a hacer más.”