21.1.10

EL ACUERDO


Ni que decir tiene que el acuerdo está siendo espléndido, todas las partes acordantes lo están disfrutando simultáneamente en la intimidad de este momento mutuo. Incluso ella. Su expresión revela gozo introspectivo y consentimiento silencioso.

Sin embargo ha habido cesiones. Concesiones. Concretamente las que ella sugirió en su momento, que era también el momento de todos. Ninguno de los que no son ella pareció en un principio satisfecho:

—Olga, cielo, ¿podrías levantarme el castigo de la semana pasada? Me empieza a picar ya un poco por detrás de las rodillas…
—Ya sabes, mi amado pepetoño que yo, como representante de la tierra en la tierra, no puedo contravenir las leyes naturales levantando algo que no existe. El castigo no es cierto, ¿por qué no vas y lo miras mejor?
—Está bien, voy a ver mejor qué es eso.

DESPUÉS DE LA REVISIÓN

—Me acaban de decir mis jóvenes alumnos todos al unísono que escuche en voz alta el castigo para poder calibrar mejor su presunto propósito condenatorio:

(Al unísono) “Darnos casi todas las noches un beso de las buenas noches siempre que te acuerdes.”

Y la verdad es que me acuerdo mucho, pero cuando me entra el sueño se me olvida, pues soy de sueño repentino, y lo curioso es que al final acabo besándote igualmente aunque ya dormido, precisamente en el instante en que tú querías ese beso. Así que es cierto: el castigo no existe, era yo todo el rato.

Y ahora lo que más me gustaría es besarte despierto.

16.1.10

LA ALARMA: HISTORIA DE DOS MUÑECOS


La experimentación con muñecos está ámpliamente consensuada.

UNO

"Le he puesto una alarma a un mi hijo. Es un artefacto enorme y complicado de ajustar pero creo que el esfuerzo ha merecido la pena. Dado como es a perderse entre la gente, y tras largas noches de fatigosas búsquedas con linternas y palos por los bosques, decidí tomar cartas en el asunto y poner toda mi atención en el desarrollo de un sistema de detección de ausencias. Este proyecto me llevó años de investigación sin otras herramientas que las que mi percepción me iba proporcionando a través de la mera observación.

De esta manera acabé poniéndome en contacto con el investigador soviético Anatoli, quien muy amablemente accedió a ayudarme a resolver el problema (su hijo se perdió varias veces durante las últimas ferias de artesanía). Tras los primeros bocetos que me mostró de la máquina, ya me fue posible identificar un patrón de movimiento pseudodireccional cuya única referencia era nuestra fe en el espacio. ¡Sabía que teníamos algo!

Aquél día nos emborrachamos con vodka y compartimos secretos inconfesables. Reímos y lloramos durante horas y pensamos que bien podríamos introducir algunos cambios en el mundo conocido empleando la misma metodología. Estábamos eufóricos, sólo queríamos el bien de todo el mundo en general, lo cual afortunadamente nos incluía.

Una vez fabricado el prototipo, corrí inmediatamente a probarlo. Para ello tuve que acondicionar el terreno de la parte trasera del colegio. Conseguí los debidos permisos municipales y me instalé allí a lo largo de seis meses. Al séptimo mes le instalé el dispositivo en medio de fuertes medidas policiales y sanitarias.

Desde entonces, cada vez que está punto de producirse una ausencia, se activa la alarma en el sector correspondiente. Esta mañana por ejemplo, se emitió una frecuencia de 1500 ciclos en el sector 4. Para que el volumen aplicado no incidiese en su campo auditivo de forma determinante, le coloqué (al niño) un traje de kevlar aluminizado implementado en su biología. El resultado es sorprendente: nunca se queja y ya no se ha vuelto a extraviar”.

DOS

“Hola, soy el niño a quien le han puesto la alarma. Con el fin de no echar por tierra los experimentos de mi padre, me he visto obligado a retrasar notablemente mi nivel de oxidación para seguir pareciéndole un niño, pues de todos es sabido que sólo los niños se pierden en las ferias, y pasados unos años la tendencia de mi cuerpo a convertirse en adulto comenzaba a exhibir una fuerte persistencia.

Así que preferí acomodarme a la nueva situación, y aquí me ven, a mi edad, acarreando este enorme trasto con esas gigantescas bocinas chillando en todas direcciones. Si bien es cierto que el sentido auditivo ya no lo uso mucho, la cantidad de energía que me entra por los oídos (a pesar del fascinante equipo de insonorización y sellado que se empleó en mi equipamiento), acelera mis procesos metabólicos hasta un punto ciertamente crítico.

A pesar de ello, experimento un secreto placer viendo a mi padre tan sumamente tranquilo y contento. Ahora, como premio, me lleva a ferias constantemente”.

13.1.10

TEXTURA 1122


Ya hemos avisado al regenerador.

No me da miedo ese señor, pero a mi hermano un poco sí.
Aunque Abilio no pertenece a la familia, es como de la familia. De hecho él es la familia, y nosotros somos unos agregados semiorgánicos que han tenido la fortuna de ocupar una zona en su campo visual.

El viento nos trajo una noche de invierno a las puertas de su casa en mitad del bosque, estábamos muy cansados y mojados. Había tormenta. Un rayo me cayó justo encima y me dejó un pico en la coronilla. Algunos pájaros pretenden anidar ahí, y a pesar de mis esfuerzos no consigo alejarlos del todo. Es por esto que la gente cree constantemente que me he dado un fuerte golpe en la cabeza. Yo les digo que no, que estoy bien, que tienen razón, que ciertamente hay pájaros revoloteando todo el día alrededor de mi cabeza en punta, pero sin embargo puedo darles fe de que se trata tan sólo de una divergencia entre la idea y su manifestación.

El aguador desde lo alto de la loma, con su capita que llega justo a cubrirle los homóplatos, se ha dado cuenta de que desde allí no se ve muy bien lo que pasa aquí. Después de un rato de fuerte incomodidad, decide levantarse y llevarse la palangana a otro lugar menos concurrido todavía.

EL REGENERADOR

—¿Dónde puedo dejar todas mis cosas sin excepción? Acabo de llegar de un largo viaje, y si no fuese por lo cansado y mojado que estoy, me sentiría mucho mejor sin duda. Decidme qué os pasa.

1. A mí me duele aquí y no se va.
2. A mí no me duele pero me da mucha pena él.

—Sí a los dos. Restregaos esto por las ingles durante un cuarto de hora sin parar un solo instante, (pues tendríamos que empezar de nuevo). Después ya podréis escupir tranquilamente. Hay que cubrir el suelo con plásticos y abrir un hueco en la pared como salida de emergencia por si alguno sale expulsado hacia afuera acaso por una mala reacción a las planchas.

1. Ya no queremos hacer más eso, por favor.
Queremos irnos ya. No nos importa tanto el dolor.
2. A mí me da casi igual pero quiero llevarme a mi hermanito con fiebre a otro lado y luego volvemos.

—Tengo que decir esto:

Vosotros me habéis llamado y yo he venido.

El proceso ya está en marcha.

Un retorno al estado anterior no es real.

Es mejor doblar, pues si no doblas pudres.

Habéis depositado vuestra confianza en mí.

Como entenderéis me reservo el tipo de procedimiento.

En este punto no hay paños calientes.

Sois imprescindibles en esta geometría.

Hacéis lo que creéis que queréis.

¿Es así como deseáis vivir?