28.9.08

LA SESIÓN


Todavía con la pantalla en negro la sesión ya está siendo. Se oye música suave de piano, sonidos de bolsas de plástico, unas se abren, otras se estrujan, otras estallan, y otras se oyen muy poco, son como bolsitas diminutas para bebé o algo así.

Justo detrás una mujer suspira y un hombre bosteza, un niño le pregunta a alguien que sube por la escalerilla “cómo te llamas y a dónde vas”, luego un hombre suspira y una mujer bosteza…

La pantalla se ilumina, anuncios, ideología y marcas. Alguien tose.

Alguien sigue tosiendo, puedo sentir sus entrañas, sus contracciones y expansiones, sus sístoles y diástoles, un organismo con obstrucciones temporales en sus conductos respiratorios que busca con apremio en sus bolsillos, saca un caramelo, lo desenvuelve sin contemplaciones y se lo mete en la boca, sabe a melón, ¿seré yo mismo quien tose? Una frase aparece en mitad de la pantalla “Todo está conectado”. Sí, últimamente la estoy oyendo mucho, incluso se la oigo decir a quienes tradicionalmente han optado por permanecer desconectados… la película empieza.

Va de un tipo que tiene el ceño fruncido de tal manera que me resulta imposible saber:

si está enfadado,
o si está acatarrado,
o si es la propensión natural de sus ojos a juntarse,
o si es lo normal.

Como no puedo saber cuál de esas cosas es, decido retirar por el momento mi atención de ese personaje, al menos por la zona del entrecejo.

Unas personas pasan entre mí y los respaldos delanteros. Voy contactando con todas sus piernas y sus diferentes ritmos. El lío de piernas se convierte en un festival de sensaciones, el aspecto visual de la sesión pasa a segundo plano, un señor tropieza con algo y mientras cae le ayudo a sentarse encima de mis piernas. Le digo “sí, aquí es”. Él percibe que es cierto, hay un destello en sus ojos, pero aun así se incorpora súbitamente, se disculpa y se va. Me regala una canica.

El protagonista (incluso la zona de su entrecejo) va conduciendo un vehículo por una ciudad del futuro. Está todo oscuro y llueve. Las luces de la ciudad se reflejan en el parabrisas y no puedo dejar de mirar esos colores y formas. Ahora estoy viendo una película paralela en la que unos protagonistas protoplásmicos bailan hasta la extenuación, pero esta película dura poco, enseguida aparece UN PRIMER PLANO DE LOS OJOS DEL PROTAGONISTA muy abiertos y en la siguiente escena sale despedido por los aires tras una explosión. Su cuerpo emerge al cabo de un rato de una enorme burbuja de fuego y su cara avanza con expresión de estreñimiento emocional hacia el espectador. El espectador al que le ocurre eso está a mi izquierda quien me dice “sí, a mí me está pasando esto”, y se levanta, se desabrocha el abrigo y tira un enorme cuenco lleno palomitas de un manotazo, miles de palomitas salen despedidas hacia el espacio en todas direcciones… y cuántas cositas blancas como nieve cayendo sobre nuestras cabezas, cuántos figuraciones ascendentes y descendentes, cuántas maneras de expresar el movimiento a través de la forma… la alegría se instala en mi pecho y creo ver la transformación de algunas palomitas en pequeñas avecillas resplandecientes que vuelan hacia el origen de la luz, el ventanuco de la sala de proyección, hasta que acaban diluyéndose en el haz del proyector.

La siguiente escena es la siguiente:

Unos hombres vestidos de blanco con mascarillas dispuestos en círculo alrededor de una camilla intervienen quirúrgicamente un cuerpo semienvuelto en lona verde del que surgen muchísimos tubos y cables.

En una habitación contigua, un anciano sigue todo el proceso desde un monitor. Su expresión refleja conocimiento silencioso, calma y concentración. Está sentado en un sillón y empuña un bastón de madera y plata con incrustaciones minerales en la jirla del pomo.

Vuelve el escenario quirúrgico y advierto por la música que algo no va según lo esperado. Quizá sea la música lo que no vaya según lo esperado. El caso es que aquello que esperábamos no ocurre. Entonces el acomodador desde algún lugar remoto entre las barandillas del pasillo lateral exclama enérgicamente: “¡Y bien, qué esperan ustedes!”.

Ahora se puede ver en la pantalla el vuelo de un artefacto parecido a un helicóptero en forma de bolígrafo obloide que aterriza en una plataforma metálica en mitad de un desierto. Una comitiva de hombres uniformados aguarda en la periferia del círculo metálico. Primer plano de una mujer con una fortísima presencia. Parece la jefa de algo. Los 2 tripulantes del aparato bajan por una rampa holográfica. Uno de ellos se adelanta para presentarse, y la mujer que tengo sentada a mi derecha se disculpa por tocar mi codo con su codo. Le digo que "no se preocupe, estoy encantado de estar sentado a su lado, emite usted las frecuencias del heno y del jazmín, como el recuerdo de un largo y cálido verano en un lugar donde el miedo no existe, el espacio de la memoria más sutil, el canal interior que conecta todas las vidas posibles... así que gracias".

—Aquí le traigo a su hombre. No notará diferencia alguna con el original.
—¿Qué le hace estar tan seguro de mi falta de sensibilidad?


En este momento prorrumpo en estornudo, lo cual hace que no pueda oír la respuesta del científico. Y aunque probablemente esa respuesta no sea sino un momento vacacional e intrascendente en la trama, recurso a menudo utilizado por misteriosos realizadores que intercalan eventuales descansos como medida urgente para relajar el tono cardíaco del espectador quien en este instante se levanta para ir al baño pues acaba de identificar un espacio intrascendente y probablemente prolongado en la trama, que va a aprovechar sin prisas porque verdaderamente ya no se puede aguantar más pero es que tampoco quiere aguantarse. Prefiere seguir disfrutando.

La experiencia de ir al baño en mitad de una sesión forma parte de la sesión. Una parte que a veces se aborda con desasosiego y urgencia, y otras con gratitud. Cuando atiendo a todos los elementos que conforman la sesión, ésta pierde sus límites por la periferia. Todo está incluido.

La sesión sigue siendo

21.9.08

CUANDO ELLOS NOS VEN


Muñecos actores en orden de aparición estelar:

1. Muñeca ligeramente aturdida con un pequeño receso en su nivel de semivida. Se ha dado cuenta.
2. Muñeca de acción cuyos papás no son todavía granjeros. Sabe que estamos pero no sabe dónde.
3. Bebé “pez soplo” procediendo a evacuar información. Sin oscilaciones emocionales aparentes.
4. Bebé samurai a punto entrar en “el tubo”.
5. Maripaz oriental disfrutando de su tobogán.

—Hala… lo que estamos viendo...

18.9.08

MANUAL ESPIRITUAL DEL TRADER

CAPITULO 3. “El Santo Grial”.

—¿Hay algo que se pueda añadir a todo lo ya dicho?
—Sí, lo que se añade a partir de ahora.
—Y, ¿aparte de eso?
—Sí, lo que se añade a partir de ahora.

Si se eliminan todos los añadidos hasta dejar al descubierto lo que ya estaba antes de los añadidos, lo que queda está tan fuera de la imaginación humana que resulta imposible de identificar a no ser que se renuncie a seguir manejando las riendas del “pequeño juguete blindado”, o sea devuelto inmediatamente todo lo obtenido hasta el momento por falta de uso.

ACERCA DE LA BÚSQUEDA DEL SANTO GRIAL

1. Es preciso abandonar la búsqueda inmediatamente, pues la búsqueda se pierde en el futuro.

2. De 1 a 2 hay movimiento.

3. De 0 a 1 hay un salto cuántico.

4. Lo que sea, es inaplazable.

5. No depende del tiempo.

6. Es como dejarse acunar por un oso en total confianza.

7. No está en el espacio.

8. No es un objeto, sino un estado del sujeto.

La estructura del pensamiento no es fija, pero sí pueden serlo los pensamientos. Sin embargo atendemos a los pensamientos y desatendemos la estructura, ¿a merced de qué corriente de voluntad exógena dejamos la estructura? Lo más curioso es que la estructura es otro pensamiento que afecta a la estructura. Aquí no está.

Convierte en posible lo imposible, por eso es codiciado, y es por causa de esta codicia que nunca se encuentra. Con unos pequeños ajustes en la estructura, sin descontar el movimiento, se creará la ficción del conocimiento, lo cual no deja de ser una forma de realidad. Aquí tampoco.

Hay que bajar para subir,
hay que subir para bajar,
hay que bajar para bajar,
hay que subir para subir,
hay que bajar la basura.

Se habló de un caballero que luchó contra un dragón custodio. Aquella mañana había bajado de su caballo para bañarse en el río, y de pronto se vio en la situación de tener pelear por su vida contra un enorme dragón humeante que descendió repentinamente desde lo alto la montaña. En aquella batalla salió vencedor el caballero, quien advirtiendo la presencia de un cáliz que reposaba solitario en lo alto de un risco, decidió llevárselo consigo “para recoger caracolas irisadas en los lagos del norte de Avalón ”, según dicen que dijo. Un tiempo más tarde desapareció dejando tras de sí una fantástica leyenda según la cual ”un caballero de porte proverbial de trato cálido y generoso que tenía la facultad de atravesar paredes, que conocía todas las lenguas, se comunicaba con animales y plantas, se alimentaba de oro líquido, y viajaba por todas las épocas”…

La alquimia es una tecnología desconocida que cumple un deseo antiguo: transformar una forma en otra. Quien obtiene este conocimiento se desvincula de este conocimiento.

EN LA AGENCIA DE VIAJES

—Visitar los infiernos es mucho más instructivo, alentador y divertido de lo usted cree, créame, no me lo compare con un crucero por el Pacífico, hágame ese favor, se lo ruego.
—Pero yo no se de qué me está hablando, señor. Hace 23 años que no viajo y el Infierno me parece un lugar al que sinceramente no me apetece ir por primera vez desde hace 23 años. Quizá en otra ocasión (que no es ésta). Aquí tampoco está.


“La incertidumbre es mi casa”. (Super Normal después de cerrar una sesión intradiaria en la mesa del fondo de un café noruego).

11.9.08

MANUAL ESPIRITUAL DEL TRADER


CAPÍTULO 2. “Los malos hábitos”.

Un hábito ha de romperse cuando trae pesares.

Los malos hábitos generan un campo gravitatorio que hay que traspasar para lo cual se requiere una reserva de energía extra proporcional a su fuerza. La teoría convencional recomienda un fuerte impulso inicial que pueda mantenerse el tiempo suficiente hasta rebasar esa barrera.

Sin embargo tal barrera no existe, es un huevo vacío.
Concretamente el vacío del huevo.

Un mal hábito es un pensamiento atrapado en una secuencia repetitiva, lo cual no deja de ser otro pensamiento incluido en éste a pesar de que todavía no se haya repetido. La inercia resultante parece cobrar vida propia hasta tal punto que la voluntad pasa a segundo plano por hacerse innecesaria. Llega un momento que la voluntad se sitúa detrás de la inercia, una voluntad por lo demás descafeinada, funcional y obediente.

Si la atención es retirada del hábito, la sensación resultante es: “automatismo tendencial instalado con éxito”. Y si la atención no está ya no hay nadie para tomar decisiones, así pues el hábito ya puede campar a sus anchas reproduciendo sus correspondientes emociones de analgesia, displicencia y episodios de desasosiego nocturno.

El mal hábito ocupa un lugar deshabitado.
Para romper un hábito hay que volver a habitar ese lugar.
Es preciso restituir la atención a su estado original de testificación y limpiar la zona de viejos paradigmas.
El tiempo estimado de eliminación del hábito es cero.
Todo es ahora.

5.9.08

SUPER RARA DE RESCATE EN


La especialista que venía todas las tardes a encargarse de “eso que se nos ha colado en casa”, había concluido aquél día su tarea, y cuando ya pasaban unos cuarenta minutos desde que se metió en el baño a cambiarse, comenzamos a inquietarnos sin que ninguno de nosotros se atreviese a llamar a la puerta, tal era el respeto que infundía. Por algo la llamaban “La desparralobos”. Pero era la única auxiliar capaz de encargarse de “eso que se nos ha colado en casa” sin que nadie sufriese daños, ¿cuál era su secreto? Hacerle el amor cada veinte minutos con un desatascador y dos muelles, uno de ellos pequeño. Y créame si le digo que aquello era verdadero cariño. No se trataba de un trabajo bien realizado sin más, sino que había verdadera entrega, un compromiso hondo. De hecho, no podíamos dejar de emocionarnos durante sus intervenciones en los momentos más delicados. En el resto de los momentos, sencillamente llorábamos abiertamente.

—Seamos serios, señor Copacabana, esta es una gran empresa, qué pretende con su pequeño circo de conejos, ¿que se rían de nosotros los accionistas?
—Si no acepta mi propuesta soltaré los conejos en parejas divergentes.
—Está bien, no se acalore… le doy mil dineros, recoja sus jaulas y váyase, se lo ruego… y aquí no ha pasado nada…


FINAL 1

—Hoy es mi último día, he finalizado mi creación. En breve podrán seguir haciendo su vida normal si así lo desean. No entren en el baño hasta dentro de dos días. Qué bien huelo. Adiós.

FINAL 2

—Sí, ha pasado algo.

2.9.08

¿QUÉ FUE DE AQUÉL AMIGO DE LA INFANCIA QUE SE DEJÓ LAS GAFAS ENCIMA DEL PUPITRE?


Nunca pensé que una alienígena pudiese parecerme atractiva, e incluso que llegase a provocarme la ternura que ahora mismo, recordándola, me acaba de situar en este estado de arrobo místico en el que me encuentro.

Todo empezó antes de ahora.

Yo vivía por ese entonces en una cabaña frente a un maravilloso lago de aguas turquesas y oscuras en los bosques del Cárdago. Había decidido establecer mi residencia por aquellos lugares huyendo de una vida absurda, llena de complicaciones, sustos y analgesias. Lo cierto es que necesitaba un lugar que favoreciese la quietud mental suficiente para llevar a cabo mis indagaciones acerca del sentido de la vida, la naturaleza del mundo y la conciencia subyacente.

Durante los primeros días me dediqué a la contemplación de aquellos espacios con todas sus imágenes, fragancias, texturas, brisas y sonidos. Comía cuando tenía hambre y dormía cuando me entraba el sueño.

Me olvidé del viejo mundo hasta tal punto que el lenguaje que hasta entonces había utilizado para construir mis pensamientos me pareció de pronto incomprensible. Las palabras se me antojaron orfebrerías de la mente, mantras desconocidos y fantásticos... Había dejado de pensar.

Un día, mientras paseaba por una vereda salpicada de flores de color fucsia, una cúpula giratoria iridiscente emergió de las profundidades del lago…

el mecanismo parece estabilizarse al cabo de unos instantes y tras una larga pausa, una puerta se abre para dar paso a una increíblemente bella criatura que se desliza por el agua con gran elegancia. El aspecto que presenta es algo así como una de las diez emanaciones de la energía primordial femenina, una encarnación insólita y que sin embargo me resulta tan familiar. Cuando llega hasta mí se detiene y nos miramos…

Todo lo que se ha dicho acerca de la comunicación entre seres es parcial, sesgado e irrelevante. Acabo de comprender lo que supone ser testigo del “ello” a través del otro. El “ello” es el estado común, de encuentro, de comunión, donde todo es posible y sencillo, mucho más de lo que cabría imaginar y sin embargo tan perfectamente imaginable, la imaginación es la fuente, la creación misma, no tiene límites, los límites son cosa del pensamiento, pero el pensamiento ya no opera en este nivel, o tal vez sí lo haga, pues el pensamiento también se expande…

Volamos por encima de los árboles y las montañas, atravesamos mares inmensos, los parajes más increíbles, y también las habitaciones de la infancia, los rincones más íntimos de la geografía afectiva, todo lo vivido, lo que está más allá de los recuerdos, todo estaba allí, y lo más curioso es que en ningún momento nos movimos del sitio. Tan sólo nos mirábamos.

Pasaron los días y las noches, las estaciones y todos los ciclos de la naturaleza tuvieron lugar en ese instante infinito. Los mensajes que habían flotado erráticos durante eones por el Cosmos me fueron transmitidos con gran delicadeza. Me sentí como un canal, un conductor de energía, una maravillosa herramienta del “ello”, una fluencia…

Cuando me dijo adiós con un susurro apenas audible, nos despedimos practicando una forma de beso desconocida (ahora me resultaría imposible describirla), lo que dejó en mí un sentimiento de alegría sin contrario que todavía permanece.

Y ahora aquí me ves, jugando con niños y perros por los callejones de una ciudad cualquiera, dibujando paisajes en los muros de las casas abandonadas, tocando el theremín en los parques, sonriendo a la lluvia... hablando contigo.