26.12.06

SUPER NORMAL VUELA POR LA CIUDAD


Por alguna razón, el hecho de observar el vuelo tranquilo de un hombre de mediana edad vestido con ropa de entretiempo, por encima del edificio de Telecomunicaciones, me provoca un leve bostezo alegre y las ganas de ir a comprar un periódico con suplemento.

En la portada del suplemento leo lo siguiente:

El protagonista, al pensar que ya no queda en la Tierra ningún habitante excepto él, prorrumpe en llanto y se deja caer encima de un pequeño charco. La presencia de sí mismo carece de todo significado. Añora la añoranza y desea el deseo. Mira cómo mira y piensa en cómo piensa. El tiempo se detiene en su memoria congelada. “Sólo queda —se dice— lo único que existe: lo que queda”. A partir de entonces, el protagonista está muy contento. Este fin de semana lo sacaremos de la vitrina para lavarlo y airearlo, que es Navidad.

La foto que ilustra el texto está sacada en un lugar público y concurrido. El punto de vista se sitúa a unos metros por encima del nivel del suelo más próximo. Nadie sabe que están sacando una foto, ni siquiera una mujer enlutada escondida tras unos bidones que parece escrutar a quien saca la foto. El que saca la foto observa brevemente a la mujer enlutada como parte del paisaje. La foto está lista. Todo es la foto. Incluso el texto. Incluso el fotógrafo y los que habrán de ver la foto.

Para ver bien la foto, el suplemento incorpora en esa edición unas gafas de celofán reguladas en persona por el mismísimo oftalmólogo, el Dr. J. Alverlo Gracia, quien ha dejado todo tipo de ocupación para construir unas gafas que sólo sirven para ver la foto de portada, lo que ya es mucho, pues como se intuye por todo lo dicho, se trata de una foto inolvidable.

Super Normal, que volaba sobre la ciudad, y después de evolucionar un par de veces girando sobre su propio eje, se deja caer en una repisa de la cuarta planta del edificio de Telecomunicaciones. A su lado, un operario subido a una estructura metálica trata en ese momento de introducir una bola enorme de cables multicolor por el orificio de una tubería. Advirtiendo la repentina presencia de SN en ese lugar tan corto de presencias (como no fuera la de las palomas conejeras comunes que han escogido ese lugar para depositar sus desperdicios urbanos), el operario exclama:

—Usted no parece de por aquí, ¿verdad?
—¿Me pregunta qué me parece sobre lo que a usted le parece, o quiere que sencillamente diga que sí? En cualquier caso, sí, cómo no.
—Lo que yo quería realmente decirle es que ahí no se puede estar, pero al verle ahí subido, he creído asistir a la compleción del edificio con la única pieza que faltaba, es decir, usted, y no he considerado necesario reprenderle de ninguna manera, bastante tendrá usted con las reprensiones que vertirán sobre usted quienes no son usted, ¿no le parece?
—La verdad es que no poseo parecer alguno sobre ninguna cosa. Las cosas ocurren y yo acontezco con ellas. Comprobará todo esto cuando me pregunte sobre lo que ocurre en este mismo momento.
—¿Qué le ocurre a usted?
—Usted. Me ocurre usted.
—Siento vértigo. ¿Le importa que me agarre a sus aletas mecánicas?

Más abajo, concretamente encima de la acera, una moneda de plata rodaba calle abajo sobre su canto. En ese momento, la suerte todavía no estaba echada para nadie. El viento hacía oscilar los ornamentos navideños, ese tejido luminoso del que están hechos lo estrechos cielos de las ciudades normales por esas fechas.

17.12.06

KHATORNO'S TUNE


“Esto digo: Sí a todo. Ojalá supiérais esto, pero la única manera de saberlo es renunciando a saberlo”.

(Hora estimada de llegada, romper la atmósfera, enganchar los vínculos electromagnéticos, preparar plantillas holográficas, seguir e integrar el flujo de pensamiento, entrar en el núcleo…)

"Mi traje espacial (fajín aerodinámico incluído) es precioso, pero no vais a poder verlo, vuestros ojos quedarían cristalizados. Os dejaré, no obstante, y con el fin de saciar vuestra curiosidad, unas imágenes colgadas en el aire. No os preocupéis, desaparecerán en tres semanas".

"Estoy en ese nuevo sentimiento que acaba de llegar. Abre la escotilla situada más o menos a un metro delante de tí (en forma de esfera acuosa) para que podamos comunicarnos sin artificios. No tendrás miedo, pues pensarás que eso eres tú, lo cual es verdad".

"Bien. Es hora de irse. La vieja programación está a punto de desprenderse. No será más doloroso que levantar una postilla seca".

Un aparato en forma de árbol de navidad clásico es hallado en lo alto de una loma. La gente lo observa desde sus vehículos. Hay niños subidos a tapias. Los perros tuercen un poco la cabeza, como sintonizando una frecuencia. Alguien sale de un coche. Se acerca al aparato y recoge un sobre depositado sobre una piedra en el que puede leerse: “Instrucciones de uso”.

INSTRUCCIONES DE USO

“Contemplar la luz, el brillo y los colores como quien despierta de un agradable sueño y que tras los primeros bostezos no sabe donde se encuentra”.

13.12.06

VAYAMOS A UN LUGAR MÁS TRANQUILO



De pronto tú, querida. Pero no querida como en plan coña porque en realidad no te quiera tanto, sino querida como realmente querida.

No sé si se dice queriente o quiriente, porque no lo veo por el diccionario, pero querida, eres más queriente o quiriente en el sentido de que te quiero en este momento (y no, por cierto, en ningún otro).

"Querida" es un ser al que se quiso y ya está, eso se cerró. Querida. Lo que fue, efectivamente fue. Pero quiriente o queriente define mejor el estado de mi querencia con respecto a tí (caso de que existas), extendiendo en este instante eterno mi queribilidad más allá de los confines del tiempo.

Esas palabras lo definen mejor pero no se usan porque se cree que son feas, y desde luego que pueden serlo y mucho, quizá porque suenen a "hiriente" o algo así. Tampoco es que me importe tanto este asunto, sobre todo si me aleja de lo que realmente te quiero decir, querida queriente (quitemos ya lo de quiriente). Y eso es esto:

Salgamos de todo este jaleo

Querientemente,

el que te coge la mano

11.12.06

¿DÓNDE ESTÁN LOS PÁJAROS?


Sudor frío, estupor, estupidez, ¿es tuya esa bolsita? Cada día más gente recurre a pastillas para dormir, “déjame dormir un poco más” cuando ya es hora de levantarse sin más demora. Hemos de explicar algo que sabemos muy bien a juzgar por nuestra cara de listos, voy a ver ese escaparate porque podría yo estar dentro de él y ser visto por otros yoes que como yo podrían estar dentro del escaparate, disparate, persona pública en el disparador con carbonilla en los párpados.

Sudor frío, es tarde todo el rato, toda cosa pospuesta eternamente, desplazada fuera del ahora por siempre hasta la ruptura de esa inercia, cien años no son nada, son lo mismo que mil años, que ninguno, lloviendo cerezas cruzó la calle mirando hacia arriba con la boca abierta, no pudo con tantas cerezas pero no le importó morir así, eso no es morir.

Ya no hay sudor, nunca fue sudor, era la grasilla natural de la piel de aquél niño que nació seco, más tarde se empacharía de chocolate hasta la aparición del Gran Grano tan solo comparable en viscosidad y volumen a su propio cerebro aunque más difícil de reventar.

Con lo bien que se está bajo las mantas, bien calentitos, otros se ocuparán de nosotros, hombres y mujeres chiquitines de cabezas puntiagudas corriendo en todas direcciones, agitando los brazos e implorando misericordia a San José a quien se ha ninguneado sistemáticamente desde el mismísimo día 25 del diciembre original, el convidado de piedra, el cero a la izquierda, el padre apócrifo de semen inútil y bastón de apoyo en ningún suelo de paja…

¡Ayúdame! ¡Ayúdame! Quiero hacer subir esta silla de ruedas a lo alto de ese árbol pero me gustaría despojarlo antes de sus pájaros para no confundirlos con el ruido de la herrumbre… “No se preocupe, en este árbol ya no hay pájaros”.

¿Véis pasar el día? No parece el mismo día. No conozco a nadie dentro de él, todos los conocidos han debido de salir, quizá vuelvan más tarde, al final del día. Un día u otro volverán a ocuparlo para no volver a desocuparlo y traerán sus pequeños juguetitos que habrán de ser jugados por otros…

5.12.06

LLEGA EL INVIERNO


La luz del invierno, que hasta ahora no empezaba a llegar del todo, me regala con grises encendidos, muy cerca de los blancos pero sin ser blancos.

Me acuerdo del plomo, ese metal plomizo y pesado del que cuentan que es blando y me da mucha pereza comprobarlo. Alguna vez he tirado un trozo al suelo observando que su forma ha cambiado tras el impacto, aunque considero esta información un poco de segunda mano.

También vienen a mi memoria las cerúleas caras de los curas de extrarradio, mientras sorben esas sopas tan cariñosamente cocinadas por la asistenta del centro parroquial, la misma callada mujer que ha comprendido la contundente eficacia del avecrem y los caldos de pollo en tetrabrick.

Luz de tubos blancos alumbrando en la cocina unos cubiertos solitarios sobre un mantel individual. Un vaso de agua sin agua, una colilla en el plato, un teléfono móvil olvidado sobre una servilleta de papel… Una conversación a medias, una expresión no entendida, una idea vieja aferrándose a un catarro silencioso, una luz que ya es diferente, que cada vez llega más tenue, hasta el apagón definitivo, aquél que nunca ha llegado, ¿será esta vez? Pero esta vez tampoco es. Quizá la siguiente… o tal vez nunca.

Este otoño ha sido tan otoño que los pájaros siguen tan contentos desde la primavera.

Posiblemente nos estemos cargando el planeta, aunque:

En estos momentos previos al desastre ecológico vaticinado por nuestros científicos, todavía es posible beber del agua del grifo y sentarse en la hierba bajo la sombra de un abeto, al lado de un río sin plásticos y con salmones que te saltan a la cara al menor descuido. En primavera (contra todo pronóstico) se llena el campo de flores, en verano hace calor, en otoño llueve y en invierno hace frío.

El planeta es inteligencia, y de esa inteligencia hemos salido (¿de dónde sino?). Es difícil para la tradición occidental, ir más allá de la idea de considerar al planeta Tierra como “una masa rocosa inerte y estúpida suspendida en el espacio sideral, y que posee la absurda capacidad de desarrollar formas de inteligencia de manera fortuita”.

¿Acaso los virus no son también inteligencia en acción que acabará transformando esos pequeños organismos hasta convertirse incluso en humanos? Muy probablemente, esos bichitos que ahora nos colonizan, más adelante acabarán mutando (siempre que pase el tiempo suficiente) en excelentes personas que se comerán el tarro con la existencia y les preocupará el conocimiento. Y muy probablemente esas excelentes personas contraerán sus enfermedades virales correspondientes.

El planeta (la inteligencia) nos pondrá en su sitio, en su momento.

3.12.06

PERO, ¿QUE HACES AHÍ ESCONDIDO?


Hace unos años, en Australia se produjo un extraordinario incremento en la población de conejos, unos diecisiete millones de ejemplares según el último censo, aullando como bestias entre los matorrales de las primeras lomas, muy cerca del hábitat humano.

Muchos padres dejaron sus trabajos y retiraron a sus hijos de los colegios para refugiarse en sus casas indefinidamente. Los comercios abrían sólamente dos horas al comenzar la tarde, aprovechando que los conejos sestean en torno a esa franja horaria. Los vehículos de transporte público se blindaron con estructuras metálicas. Los pueblos se vallaron, los montes se cubrieron con lonas…

Por si acaso.

“Ten cuidado con los conejos. Se encaran.” (J. Garayalde, cazador y consumidor de conejo en sus múltiples variedades culinarias).