22.3.10

SUPER RARA TAMBIÉN HACE ESO


Lo mejor de Kalinda era su singular habilidad para extraer naranjas del interior de los garajes. Había bajado de las montañas para aprovisionarse y de paso volver a contemplar los ríos cenitales en su preciosa gama de grises al completo. También le apasionaban los plásticos colgando de los árboles como palomas derretidas, y los niños que corren por las calles esquivando peligros urbanos tan animadamente y con tal grado de eficacia, y muy especialmente le gustaban los garajes, esa fuente inagotable de naranjas.

Kalinda llevaba la alegría allí por donde ella iba, desplegaba su encantadora sonrisa ante el menor estímulo y su mirada generosa parecía indicar aprobación incondicional por todo lo que sucedía.

De todo esto iba dando cuenta el señor que la seguía, anotándolo todo en una pequeña libreta...

Kalinda se gira súbitamente manteniendo los pies en el mismo sitio en graciosa torsión y se lo queda mirando. Él levanta la vista y pestañea dos veces. Entonces ella dice:

—¿Quieres naranja?
—Sí, pero también quiero saber cómo lo haces.
—Toma esta naranja.
—¿Pero cómo lo haces? Anda, dímelo, ¿cómo lo haces?
—El cómo no tiene explicación, pero si quieres lo puedes hacer tu mismo también. En un rato más te irás a duchar a casa supongo, ¿irás andando?
—No, iré en coche.
—¿Y qué tal has aparcado?
—Lo dejé en un garaje.
—Bien, si quieres te acompaño y te enseño cómo se hace.
—De acuerdo, gracias.

Kalinda y el señor que la sigue se fueron al garaje pero al llegar allí, ella había desaparecido.

"¡Kalinda vuelve!, ¿dónde estás?, ¿qué son todas esas naranjas?" exclamó para sí.

CONTINUACIÓN

El señor que seguía a Kalinda, a partir de ese momento cayó en una profunda depresión a pesar de las maravillosas radiaciones naranjas que se desplegaban ante él. Y es que los colores y la fruta y todo eso está muy bien, “pero ya no tengo tu insustituible presencia...", se decía lastimosamente, lo cual es bien cierto y no porque que ella ya no esté, sino porque poseer una presencia es un despropósito intelectual, ¿acaso las presencias están sujetas a forma alguna?

Y quizá influido por el miedo a perder la razón optó por resistirse a fundir en naranjas, quedando por tal motivo relegado a vivir en la “Región del Cautiverio Apacible” durante al menos un ciclo más.

Acabó fundiendo de todas formas, aunque inicialmente tan sólo pudo fundir a marrones anaranjados claros…

Kalinda regresó al rato después de resolver un incidente vegetal en la tercera planta, reunió treinta y tres kilos de naranjas en su vientre Jesús y se encaminó a la zona de los soportales, cerca de los palomares, allí donde le esperaban los últimos proscritos estacionales alzando sus brazos con agradable impaciencia.

19.3.10

¿MORGAN FREEMAN ES EL PADRE DE BEBÉ JOHNSON?


1. "La caída de tus pantalones es irreprochable".

2. "Esta vez realmente no sé si soy un muñeco".

14.3.10

VIAJERO VIRGEN ASCENDENTE


(Foto cortesía La Hacedora)

“Bienaventurados los que están abajo, porque todo lo que queda es hacia arriba”. (Mensaje crístico)

Ascendiendo por las laderas de la ascensión, el viajero virgen trastabillea un poco aunque nunca lo suficiente, pues la ascensión, ajena a todo percance, se produce de todas formas. Él, no obstante lo anterior, advierte que el camino ascendente le ha parecido siempre más fatigoso que el camino clásico horizontal, y que por tal motivo no ha dejado de preguntarse durante el ascenso si para llegar al mismo sitio no hubiese sido preferible caminar normalmente por la calle como hace Super Normal, por poner un ejemplo conocido, y es en este punto cuando el viajero se para un momento a respirar y dice:

“Quiero dejar de desarrollar mis gemelos un poco, pues comienza a inquietarme la desproporción resultante, y además gracias a esos circunstanciales depósitos podré disponer de alimento para dos o tres semanas (en modo reposo)”.

El viajero realiza su temporal asentamiento entre los matorrales junto a conejos y culebras, con la secreta esperanza de tomarse un descanso/globo lo más eterno posible.

Pero sabe que tarde o temprano tendrá que proseguir con la ascensión, un conocimiento viejo que le remite una y otra vez a su verdadero propósito original ascendente a pesar de su receso temporal. “Qué raro”, se dice, y comienza a escarbar en la tierra con apegado denuedo.

Mientras va escarbando y acomodando pequeños arbustos en lo que ha decidido que será el almacén de invierno se dice: “Una vez arriba todo habrá pasado ya con casi total seguridad, pero eso es algo que de todos modos no sucede ahora, así que dado que voy a quedarme una temporada en este nuevo emplazamiento, silbaré alguna canción bonita a alguno de sus habitantes con el fin de favorecer una buena primera impresión. Precisamente por ahí veo un magnífico ejemplar de conejo almizclado disputándose un trozo de limaco contra una culebra ventosa. De momento la lucha parece equilibrada, y a pesar de los poderosos incisivos del conejo, la culebra se defiende bien gracias a una espectacular combinación táctica de ondulaciones y espasmos de pico trífono. Como veo la cosa tarda en decidirse, esperaré sentado en esa pequeña loma hasta que todo termine”.

Sin embargo, al poco rato el viajero queda profundamente dormido.

Llegado este momento los contendientes dejan súbitamente la refriega, y dirigiéndose al viajero dormido virgen, le reprenden por no haberles silbado alegremente, tras lo cual le picotean minuciosamente los párpados. El viajero despierta sin esfuerzo ya que sus ojos ahora desvestidos quedan abiertos al máximo, y cuando trata de expulsar los primeros dolores funde a marrones claros…

Llueve en la pradera.

FINAL ALTERNATIVO

“Bien, parece que ha escampado. Recogeré mis cosas, taparé el agujero y proseguiré el movimiento alcista con entrega renovada. Atrás quedan mis vivencias del período matorral dando paso a otras nuevas, y en otros entornos, a salvo ya de conejos y culebras (gracias queridos maestros). Aprovecharé las corrientes de aire caliente y emprenderé el vuelo ahora que la caída a los abismos ha sido por fin desconfigurada”.

1.3.10

DÉJAME MIRARTE TODO EL RATO QUE QUIERA, SOY TU HERMANO


Hace días que observo (a través de una mirilla de compleja realización) a ese señor que se queda mirando fijamente durante horas el escaparate de mi tienda de bolsos. No sé muy bien lo que mira, quizá el cartel del torneo local de dominó, o la foto del perro desaparecido, o un fragmento de guirnalda que hace tiempo quedó definitivamente integrado en el cristal… el género no creo que atraiga su atención (sólo sé que lo sé). ¡Tal vez me mire a mí!

Pero no lo creo porque yo siempre estoy detrás del mostrador, el cual consigue ocultarme totalmente dado su pronunciado volumen alzado. Se trata del regalo de un familiar que con toda su buena intención decidió instalarme su púlpito cristiano/militar en la tienda poco después de retirarse: “Toma, para que no tengas que gastar en mostrador. Perteneció a tu bisabuelo, quien obtuvo en su tiempo un notable predicamento entre los parroquianos de su localidad debido a sus extraordinarias dotes para la oratoria admonitiva”.

Nunca le estaré lo suficientemente agradecida, al menos técnicamente agradecida, ya que por este motivo mi capacidad de adaptación se ha visto obligada a dar un salto hacia la excelencia. Debido a la abultada naturaleza del púlpito y su singular emplazamiento en el único hueco disponible, es decir, en el retrete, nadie consigue verme del todo hasta que sincroniza sus saltos con los míos. Esto sucede al tercer o cuarto intento. Para facilitar la fluidez en la comunicación he dispuesto al pie del entablamiento una cama elástica de dos plazas, por si el cliente decide venir acompañado. De todas formas no viene casi nadie. Seguramente será por el fútbol, o por el tiempo…

Ese señor no se va. Quiero saber qué quiere, pero no podré salir de aquí hasta que cierre el establecimiento que es cuando activo las poleas. Me da igual, usaré las poleas de todas formas y una vez alcance su posición le pediré que me ayude con el gancho.

—¿Me ayuda a quitarme el gancho?
—Sí.
—Oiga, ¿qué quiere usted?
—Sólo quería saber si había alguien en la tienda.
—Pues ya ve que sí. ¿Qué quiere?
—Lo que le he dicho.
—¿Y qué tal ahora que ya sabe que sí?
—Muy bien, gracias, regresaré cuando vuelva a no saberlo.