26.2.07

UN PEQUEÑO CIELO INCRUSTADO EN LA PIEDRA


Materia, matriz, madre,
madera, raíz, tierra.
Alimento, vida y muerte.

Si eso es todo, ¿a qué viene esa intranquilidad? Somos un proceso constante. Pero hemos visto esa grieta iluminada como un pequeño cielo incrustado en la piedra y no hemos podido evitar el vértigo a las alturas. Desde entonces estamos atrapados en una telaraña programada para atrapar. No vaya a ser que alguien se caiga. Con lo bien que se está atrapado (¿no?).

La materia no nos explica suficientemente, así que se ha construido una máquina capaz de responder a la pregunta última: “¿por qué por qué?” Una mera cuestión de cálculo. La única cosita es que esa respuesta sólo puede darse a conocer justo al final del tiempo. Para entonces es muy probable que hayamos olvidado la pregunta.

Un viejito que vive en una cueva dijo que si la pregunta no lleva implícita la respuesta, no es una verdadera pregunta. Nadie le hizo caso. Por eso vive en una cueva. Hasta que se lo coma un oso.

"Me he visto a mí mismo a través de una pequeña grieta iluminada,
y he descubierto que el único obstáculo soy yo." (Yo)

16.2.07

ADELANTE, TE ESCUCHO


EPISODIO DOMÉSTICO SIMULADO POR ACTORES IMPLICADOS EMOCIONALMENTE EN UNA TRAMA QUE NO COMPRENDEN (COMENTADO POR EL DR. CABESBUERCES)

“Teniendo en consideración cualquier tipo de cosa que pueda ocurrir a partir de ahora mismo, lo único que puedo añadir sin pervertir la estructura de la situación dada es: haz lo que tengas que hacer por mucho que lo que hagas no sea otra cosa que lo que termines haciendo, es decir, lo que al cabo haces. Así pues, haz el favor de bajar de ahí. ¿Lo estás haciendo ya y yo no me estoy dando cuenta? De ser así, ¿en qué cuadrante de mi plano te encuentras? Eso me evitaría forzar la mirada mientras te hablo. No importa. Subiré yo. En un futuro no muy lejano”.

Esto sitúa la acción en un futuro no muy lejano, o lo que es lo mismo, fuera de nuestro alcance. Nunca estamos presentes en ese modo temporal. Nunca. Otra posibilidad sería ésta:

“Baje de ahí, don Emilio, hombre, que se le va a enfriar la cena”.

Como puede comprobarse resulta muy difícil establecer una motivación nodriza en todo este asunto en que un sujeto que presiona a otro sujeto para que interrumpa lo que en ese momento hace con el fin de que experimente una comida no fría. Tampoco nos pasa por alto el tono ligeramente melindroso del primer sujeto cuando se dirige al segundo. Pero lo que no sabemos es si el tercer sujeto, en ese momento ausente, es receptivo a su aparición como posible presencia ulterior. Sería una especie de estado intermedio. Como un limbo o algo así. Creemos sinceramente que ese tercer sujeto no necesita estar presente para considerar su existencia como algo irrefutable. Pero para ello es necesario que los dos primeros sujetos se pongan de acuerdo. Es decir, que se respeten un poco. Aunque en muchos casos el respeto acaba incubando pequeñas fíndulas sebáceas en el sistema digestivo. Esto puede deberse a dos razones:

1. No se ha entendido bien el significado de la palabra respeto. El estómago se siente un poco pesado.
2. La palabra respeto tiene significaciones ocultas que pueden llegar a afectar al sistema digestivo.

En cualquier caso el sistema digestivo pasa factura. ¿Qué quiere decir esto?

Una mujer sale llorando una y otra vez en los telediarios. Todo el mundo agacha la cabeza y habla de entereza. Por supuesto. Pero la contrición no es necesaria. No somos más buenos por mostrar pena obscena públicamente. El quiste no se disuelve de esa manera. Es preciso comprender en profundidad que la sociedad jamás nos salvará de nosotros mismos. Acabemos con toda esta farsa. Vayamos un poco más allá de nuestras propias narices. Limpiemos la razón de orgullos intelectuales y de sentimientos de diseño. Permitamos que la vida viva a través de nosotros. Ya hemos comprobado sobradamente la inutilidad de aferrarse a las pequeñas limosnas que nuestros pequeños egos nos ofrecen a cambio de aplazar eternamente la disolución del miedo a la finitud, aquello que nos encadena a esta pesada rueda que tampoco rueda tan bien.

“Querido padre, quisiera subir ahí arriba contigo, jugar con tus trastos maravillosos, escuchar de nuevo los sonidos de la noche, compartir los misterios de tu amado camarote. Dormir como tú en el interior de una carretilla al aire libre, con las botas puestas, allí donde los reproches no pueden alcanzarnos…”

13.2.07

LA CANCIÓN DEL SILENCIO: LO ÚNICO QUE NO CANTANDO CANTA


Hay muchas maneras de viajar, si bien es cierto que todos los caminos son el mismo camino para el que viaja. ¿Quién es ese señor?

Para el capitán Cuqui aquel amanecer invernal era como todos. Distinto.

—Haga llamar al guardamarina Pepe Toño. No por nada sino porque es la única manera de que deje de recoger jabones en todo momento. Hágale venir, se lo ruego.
—¡Sí, mi capitán! (y de otros también).

PEPE TOÑO ENTRA EN EL DESPACHO DEL CAPITÁN CUQUI

—Siéntese, haga el favor.
—¡Si, mi capitán y el de el resto de la tripulación!
—Dígame, ¿porqué me gritan todos? ¿Han hablado todos ustedes con el médico y les ha dicho “siento tener que comunicarles que el capitán es sordo”? Huelga decir que esa información sería de gran ayuda para mí, pero a pesar de mi condición, estoy dispuesto a aceptar su silencio como respuesta siempre que ese silencio sea verdadero.
¿Está usted en silencio a parte de cuando hablo encima de su silencio? De ser así todo el rato, nunca sabríamos si está usted en el verdadero silencio, a parte del silencio mecánico y consensuado por la especie desde las épocas más pretéritas. Dígame, ¿está estando usted en silencio?

DESPUÉS DE LA RESPUESTA DEL GUARDAMARINA SE OYE CÓMO UNA MUJER DICE DESDE ALGÚN LUGAR EN CUBIERTA:

“Algo está cubriéndonos capitán…”

transcurrido un silencio corto, el capitán despierta de un breve sopor

—Guardamarina Pepe Toño, puede regresar a su tarea más habitual. Qué buen peinado trae hoy, ¿cómo consigue que se le pegue a las orejas de esa manera? Bueno, ya me contestará otro día.

El capitán Cuqui, a partir de ese instante en que creyó haber escuchado el cálido susurro de una entidad femenina, se entregó a la observación silenciosa del ultraterreno despliegue de luz matinal que llegaba hasta sus ojos a través de un ventanuco redondo al lado del escritorio. El mar devolvía el reflejo del mar.

Iluminado y oscuro.

9.2.07

¡ESPERA UN MOMENTO! ¡ESPERA UN MOMENTO! (EL FIN DE LA ESPERA)



Quizá no sea el mejor momento, quizá otros momentos mejores que este hayan pasado ya, dejando este deslucido momento como único momento viable. Pero, ¿porqué he de considerar este momento peor que otros?

Lo cierto es que en los momentos que no son éste,
yo no estoy.

Así que me da igual que este no sea el mejor momento,
pues al tratarse del momento que habito (habo pequeño),
se convierte en el único momento que cuenta para mí,
esa presencia indisoluble del momento presenciado.

Bueno, pues allá va…

4.2.07

SI, ESPÉRESE AHÍ UN MOMENTO


En cierta ocasión cuatro personas se quedaron encerradas en un ascensor. Una de ellas tuvo un sofoco muy fuerte y perdió el conocimiento. Al cabo de unos minutos despertó de forma súbita y, sin dejar de mirar repetidas veces hacia un lugar situado más o menos arriba a la izquierda y abriendo mucho los ojos, susurró esto:


Voy en taxi. La radio está sonando. En medio de un debate, un contertulio que hasta entonces se había mantenido en silencio durante una fuerte discusión a cinco bandas, y después de exponer las razones que a su modo de ver indicaban claramente la inutilidad de seguir dando vueltas en torno al tema principal del debate que en este caso era “¿es lo transitorio verdaderamente transitorio?”, cerró su disertación con el siguiente comentario:

“Lo de una vez por todas parece la mejor manera de concluir el sostenimiento continuado de un asunto y, aunque no es tarea fácil, siempre es mucho más deseable que esperar a ser consumidos lentamente por la falta de iniciativa”.

Y se fue.