12.1.12

DE CÓMO PUDO LLEGAR ESE CUERPO HASTA TAN ARRIBA. (SUPER RARA MOSTRANDO LA SALIDA)


Anotaciones en un cuaderno que alguien se dejó sobre el mostrador de una tienda de ropa y que no volvió a recogerlo.

"De pronto me entraron ganas de salir de allí.

Caminé por pasillos, atravesé despachos, cuartos de baño, recepciones, almacenes, salas de máquinas, expendedores, salidas de aire, viviendas de animales, guardarropas, cogí ascensores, cambié de niveles, experimenté diferentes temperaturas y olores y al fin salí por la última puerta cuya placa decía: SALIDA DE EMERGENCIA. Por alguna razón no consigo salir de un edificio empresarial por la salida normal. No importa (pues se da la circunstancia de que llevo torta).

Al cerrar la puerta tras de mí, se hizo un tranquilizador silencio. Prosigo. Después de un estrecho corredor accedo a una rampa que me lleva hasta el último tramo antes de llegar a la puerta de seguridad que da a la calle. Me detengo un momento para disfrutar de la singular atmósfera del lugar. Huele un poco a cerrado, pero no es un olor que moleste, sino que resulta agradablemente familiar. Me remonta a los escenarios misteriosos de la niñez, cuando me escondía detrás de los aparadores de las casas de los abuelos, o cuando me resguardaba en un garaje hasta que pasase la tormenta, o cuando exploraba edificios industriales abandonados, o cuando me metía en la cabina de una grúa y cerraba la puerta y las ventanas con el fin de sentirme menos vulnerable a las injerencias exógenas.

Así que me encontraba allí, en una especie de útero de cemento y metal, con escasa luminosidad, observando las paredes grises y las tuberías de ventilación, esos desnudos y elongados habitantes que reptan por los techos hasta perderse en los agujeros.

También pude ver una escalera que subía hasta una portezuela metálica del tamaño de un radiador de coche. No me dieron ganas de subir.

Mi mirada vagaba por los grises y pardos de las paredes cuando observé en una de ellas una protuberancia geométricamente cuba en cuyo centro destacaba un enorme botón rojo.

En general no tengo curiosidad por pulsar botones rojos. Además en ese lugar me sentía en paz y quería seguir así un buen rato (mis ganas de salir a la calle se apaciguaron bastante), no era cuestión de pulsar ningún botón ajeno, y mucho menos rojo.

Y no es que me haya pasado nunca nada gordo tras pulsar ningún botón rojo, ni he conocido a nadie que haya padecido por tal motivo ninguna desgraciada consecuencia, pero por alguna razón siempre me he sentido un poco intimidado en presencia de un botón rojo, y más aún si está situado en el centro de un cajetín cúbulo.

Sea como fuere, acabé por pulsarlo sin más."