1000 SACOS DE ALGODÓN DE FERIA Y UN MUELLE PEQUEÑO
—Teniente, como sabe que soy muy bueno, ¿me permitiría ir a la feria, que es que tengo un poco de hambre? No es un hambre normal de lentejas o carne o pizza o algo así
—Y ¿a qué tipo de hambre se refiere, cabo cero (cerero)?
—Es un hambre como de algodón de feria. Quiero probar grandes cantidades, pues parece que por mucho que uno se lleve a la boca, en realidad se lleva uno bien poco. Queda reducido, mengua, casi llega a desaparecer una vez entra en contacto con la saliva. Me haría muchísima ilusión, señor
—Bien, puede ir, pero antes cómpreme un muelle
—Si, señor, ¿qué tipo de muelle, señor?
—El que observo que falta en su percutor
—No tengo percutor, mi teniente, lo siento
—Cómo que… ¡Rápido, escóndase detrás de esas cortinas! ¡Creo que viene alguien!
No vino nadie. El teniente reprodujo una conversación de tema administrativo a dos voces, una de ellas era como la suya (era la suya) y la otra (también suya) mostraba tonos agudos y forzados con una gestión del aire bastante irregular. Se oyeron carraspeos y algún eructo contenido. El cabo cero aguardaba detrás de las cortinas. La calefacción situada justo detrás de esas cortinas estaba regulada al máximo, y el restringido espacio en el que se hallaba no permitía una postura cómoda, “si al menos pudiese echar una cabezada…” se decía el cabo empapado en sudor.
Esa situación duró muchísimo tiempo. Cuando el olor a pantalón quemado resultó insoportable, el teniente dijo esto:
—¡Rápido, escóndase detrás de esas cortinas!
El teniente (exceptuando al cabo cero que aguardaba detrás de las cortinas y el teniente, no había nadie más) corrió a esconderse junto con el cabo cerero, y entre susurros se comunicaron:
—¿Qué hace aquí, cabo?
—Estaba soñando despierto. Imaginaba una feria llena de puestos de algodón de feria. Conseguí alquilar una furgoneta enorme a buen precio. La cargué con 1000 sacos del preciado alimento recreativo. Comprobé con cierto fastidio que habría cabido todo ese algodón rosado en una bolsa de patatas fritas tamaño medio y me marché a un descampado a darme el festín…
—Y, ¿el muelle? ¿dónde está el muelle?
—¡Cachis la mar! ¡Se me ha olvidado!
—¡Entonces haga el favor de desoñar lo que ha soñado!
—Lo siento, teniente, no tengo sueño, tendré que esperar a la noche
—No se preocupe, pasaremos aquí la noche, al calor del radiador, quien sabe si no será la única, ¿me ayuda a desnudarme?
—Si, como no, señor, pero hoy no voy a poder bañarle
—Ya veo. ¿Qué pasó con su percutor, cabo?
—Repercutió en mí, señor
—Comprendo. ¿Y el muelle?
En ese momento oyeron como alguien que entraba en ese momento en el despacho, con voz tipo “la mujer de la limpieza” instaba enérgicamente a otro alguien con voz tipo “guarda de seguridad” a esconderse detrás de las cortinas…
Se apagó la luz
Un hombre yacía en mitad de la calle. Había sido arrollado por un autobús con el número 686. Parecía recuperar por unos instantes la consciencia. La ambulancia estaba de camino. Sus palabras fueron:
—¡Huele a churros!
Un muelle pequeño rodaba por el asfalto pero nadie se fijó en este detalle.
3 dijo:
Cada día a todas horas desde todos los lugares,estamentos y personas humanas e inhumanas de todos los tamaños ,colores ,olores y condiciones oigo que me dicen:"Señorita,haga vd.el favor de dessoñar lo que está soñando".
Por eso me echaron del trabajo,mi marido se divorció de mí y mi padre me quitó la herencia...
Pero yo sigo soñando-me tumbada en la pradera con mi hija del alma tomar un pedacito de una nube y éste a su vez partirlo a la mitad,derretir cada una su porción en la boca y volver a tomar otro y otro y otro hasta comernos la nube entera ...y regresar a casa de la mano,con ganas cenar y con dolor de tripa de reir y de gozar...Y es que una pequeña cantidad da para poco,luego mengua.Es engañoso,en realidad...
El patrimonio afectivo de cada uno no tiene tamaño, lo es todo
Y tanto!.No importa tener mucho o tener poco,lo importante es sentirse afortunado por lo que se tiene...Ser consciente de su enorme valor.
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