PULGARCITA

Pulgarcita iba saltando alegremente por el bosque (lo que hacía sonar su cascabel) cuando de pronto… no apareció nadie.
Los conejos corrieron hacia sus madrigueras, el cielo pareció oscurecerse, los lobos comenzaron a aullar. “No está mal para no aparecer nadie”, pensó.
De pronto, Pulgarcita sufrió un vahído y cayó al suelo. El bosque se tornó rojo, y después cesó el color. Siguió no apareciendo nadie. “Con la cantidad de cosas que están ocurriendo en mi ausencia, se diría que ahora hay alguien que antes no estaba”, habría pensado Pulgarcita de haber permanecido consciente.
Pulgarcita despierta repentinamente y advierte su propia presencia. Ante la sorpresa de encontrarse ante sí misma sufre otro desvanecimiento y cae de nuevo al suelo.
Así ocurrió una y otra vez hasta que Pulgarcita encontró la manera de controlar su propensión a los vahídos y logró mantenerse consciente ante su propia presencia. Tras un largo silencio, se dice: “¿Así que esta es la misteriosa entidad que parecía estar detrás de cada paso que daba? El juez implacable y su condena silenciosa. Todo ha sido cosa mía”.
Después del episodio
Pero ocurrió que mediado el otoño, unos leñadores se encontraron a Pulgarcita atrapada en una enorme telaraña. Parecía estar muy contenta a pesar de su situación. Una vez liberada y depositada en el suelo con suavidad, se fijaron más en ella. Iba vestida de azul y rojo. Tenía los ojos muy redondos. Como llevaba un pañuelo de cuadros en la cabeza no se pudo saber el color del pelo, y como no tenía labios, sino comisuras, tampoco se pudo saber si trataba de decirnos algo o si nos estaba enviando besos. Finalmente, Pulgarcita dice:
—Sí, mis gentiles amiguitos. Son besos lo que os envío, gracias por salvarme, aunque no era necesario. En esos momentos yo era una araña que disfrutaba de una tarde agradable en mi casa elástica. Todo estaba bien. Pero ahora soy otra vez Pulgarcita, así que voy a seguir disfrutando.
Coge su cestita, se ajusta la pequeña capa que apenas cubre sus hombros, se incorpora, dice gracias, y se va otra vez a saltar por el bosque, lo que hace sonar su cascabel.