UN ENCUENTRO CASUAL

Una mujer disfrazada de mujer deja caer un pasaporte en el interior de una papelera situada en un parque de Cabo Freire. Dos hombres disfrazados de hombre la observan tras los cristales de un enorme receptáculo de agua con peces de colores en su interior, el único lugar desde el que se pueden ver los dos sitios al mismo tiempo…
(Berta Verso)—¿Me da fuego?
(Super Normal)—Si, cómo no (el rostro de una bella mujer resplandece a la luz de la lumbre).
(BV)—¿Lo conozco de algo? Me resulta usted, cómo lo diría… tan familiar…
(SN)—Si, así es, de hecho yo soy familiar suyo. Ambos pertenecemos a la especie de los mamíferos conscientes.
(BV)—Una gran familia.
(SN)—Tan grande como la más pequeña, tal es la singularidad de la grandeza.
(BV)—Pero los mamíferos amamantan.
(SN)—Así es, de la misma manera que los insectos absorben líquidos en la ciénaga. Y de la misma manera que las piedras absorben luz. ¿Ha abrazado alguna vez una piedra en lo alto de una montaña al sol del mediodía?
(BV)—Si, tal vez, hace mucho tiempo… ya ni lo recuerdo… ¿Qué le trae por Cabo Freire?
(SN)—Asisto a una conferencia sobre “La cristalización de los estados de enfado y su posterior transmutación en pena simple”.
(BV)—Sabe que no siempre, siempre va a ser siempre, ¿verdad?
(SN)—Aunque por definición, siempre es siempre siempre, en la vida ordinaria ocurre que siempre, nunca es siempre.
(BV)—Ciertamente. Ya ve que en el fondo estamos de acuerdo.
(SN)—Usted y yo acontecemos como un embalse artificial que a fuerza de ocurrir acaba deviniendo natural. La invito a unas gambas en el embarcadero.
Y continuaron hablando bajo la cálida luz de una farola, en aquél rincón del mundo, donde la pena simple desaparece ante una dulce sonrisa…