19.7.06
AMARILLO, MARRÓN Y CRISTALES
Querido/a quien seas:
¿Eres tú eso? Bueno, daría igual, no sé lo que es eso, y cuando dices “no era lo que era”, tienes toda la razón: lo que era, no era por la simple razón de que por algo lo habrás dicho. Así pues, la manera más sencilla de expresar una opinión es abandonando toda intención de opinabilidad y confiar abiertamente en la posibilidad de que nadie sepa realmente de qué estás hablando. Además quién puede saber lo que hay realmente dentro de tu cabecita.
Alguien responde acurrucado detrás de un sofá (menudo susto nos ha dado):
—Lo que hay dentro de tu cabecita es lo mismo que lo que hay dentro de la mía, a saber:
1.—Un kilo de lechuga sin procesar
2.—Dos pavos reales. Uno de ellos muy bonito, el otro desplumado y un poco taciturno
3.—Luna de agosto reflejada en el capó de un coche perdido entre los campos
4.—Se cogen de la mano y al cabo de eternidad instantánea el sudor es sólo nuestro, de nadie
5.—El murito no se salta ni se bordea, se incluye en el paisaje. Una vez desaparecido en el paisaje, se trasciende y se recuerda, al fin y al cabo nos libró con su presencia de los conejos asesinos.
6.—Si quieres ir a pensar al cuarto de baño, sabe que la bañera suele estar siempre llena. Es aconsejable sentir en la mejilla la agradable frescura de una baldosa. Pégate a ella sin miedo.
7.—Solo existe tu mirada. Lo demás son cosas en forma de cabezas dentro de una cabeza.
Pero no estoy hablando de cabezas de cordero o de ganado, o cabezas de ajo o que alguien quedó “descabezado”. Hablo de un recipiente inverso que vuelve los pensamientos hacia dentro, albergando temporalmente una existencia sutil que reside en los sentidos, pero que no es los sentidos, acaso se trate de propia sentibilidad.
Ahora voy a dibujarte. No te muevas, o mejor aún, muévete sin parar un solo instante, o vete a casa, ya dibujaré ese calorcito que todavía quedaría en tu asiento (un macetero boca abajo).
Ya está, ¿qué te parece? He utilizado un material nuevo. Ya es posible exponer en el aire. Flotemos pues, hasta que la última vaca sagrada vaya por su propio pie a morir en el interior de una piscina particular. El perro que ni se mueva, podría morir también bajo las ubres.
“Tío, no te lo vas a creer…” Y así todo el rato.
Bueno, me despido. Volveré a visitarte después de las rebajas, hasta entonces, feliz amarillo, marrón y cristales.
15.7.06
LA PUERTA VERDE
—Siéntese y escuche:
No tenemos datos sobre la ubicación exacta del objetivo, todo lo más, por lo demás, información sesgada, tangencial e inconexa procedente del archivo y lo que hemos ido recogiendo de los guetos del subsuelo, es decir, nada.
Pero tenemos datos fiables acerca de la existencia de una foto en la que, según nos han informado, se puede observar ”una mujer con peluca naranja y unas enormes gafas de sol, vestida con un mono azul, saliendo de una lechería portando una bolsa de la que parece sobresalir una barra de pan y quizá algún embutido”. Hemos realizado una réplica perfecta de la foto, atendiendo escrupulosamente a todos los detalles que pudimos obtener del agente Logan, fallecido recientemente en acto de servicio, quien nos aseguró por vía extraoficial, haber tenido la citada foto en la palma de su mano de forma fortuita, aunque reconoció también que podría haberse hallado bajo los efectos de algún agente tóxico (fruto de algún interrogatorio) del que posiblemente no se hubiera recuperado completamente.
Eso es todo.
—¿Y el plan?
—Tendrá que ir articulándolo sobre la marcha. Ahora, si no tiene más preguntas, pulse el botón y apártese unos metros para que no se vea afectado por la onda expansiva. Usted no sabrá de mi existencia porque nunca tuvo consciencia de ella. Además, y dicho sea de paso, usted tampoco existe, pero ese es un asunto del que, por razones obvias, ya no podremos hablar, al menos de forma consciente.
—De acuerdo
E inmediatamente pulsa el botón y el muñeco explota
DOS SEMANAS MÁS TARDE, EN ALGÚN LUGAR EXÓTICO Y LEJANO
—¿Conoce a esta mujer?
—Pues verá, me resulta imposible encontrar rasgos identificativos en ese rostro cubierto de peluca y gafas. ¿No tiene otro dibujo más definido?
—No
—Bueno, en ese caso, ¿podría bajarme ya de aquí y quitarme los ganchos?
—Si, claro, lo siento, pensé que colgarlo de ahí arriba facilitaría su disposición para… bueno, ya no importa, acabo de darme cuenta gracias a usted, de que es imposible identificar a la mujer de la fotocopia. Ahora voy a tener que desinfectarlo con el fumigador, procure no respirar durante un cuarto de hora.
UN CUARTO DE HORA MÁS TARDE
“Ya tengo un plan. Se acabó. Lo dejo todo. Pasaré el resto de mi vida escondido. No me importa. La soledad me gusta, al fin y al cabo, he pasado sólo la mayor parte de mi vida. La menor parte de mi vida tuve que soportar a esa tía abuela impostada por la fuerza, aunque prácticamente permanecí encerrado en aquél cuartito del sótano del que sólo salía para comer esa pasta gris que me depositaba la anciana encima de un taburete de plástico, al lado de la puerta. Sé de un sitio en el que nadie podrá encontrarme.”
CINCUENTA AÑOS MÁS TARDE
—Mamá, hay un cartón negro con forma de señor, ¿me lo puedo llevar, me lo puedo llevar?
—Si no es muy grande, échalo al balde.
CUARENTA Y CINCO AÑOS ANTES
—Señorita, ¿sería tan amable de prestarme su bolso? No la molestaré nada más que un minuto, es mera rutina.
—Ha de saber, caballero, que no dejo el bolso en manos de cualquier desconocido. Si le parece bien, podríamos ir a conocernos a un lugar más íntimo. ¿Qué le parece el baño del vestíbulo?
—Me parece muy bien, termino mi turno en veinte minutos. Si quiere, puede dejar los pastelitos aquí mientras tanto.
—Se lo agradezco, ¿quiere uno?
CINCO AÑOS ANTES
—¡Le juro que no sabía nada de todo esto!
AHORA
—Aborte la misión.
No para de hablar solo.
Pero no soy yo quien sabe esto.
Y aunque lo supiera, no podría decírselo a nadie.
Cumpleaños feliz.
Sólo un beso, por favor.
10.7.06
CARTA ANTES DE MORIR
No sabes lo difícil que me resulta escribirte la que con toda seguridad va a ser mi última carta, pues me han condenado a morir sin aportar ninguna prueba y sin ningún tipo de juicio, aunque dados los riesgos derivados del ejercicio de mi profesión, no puedo quejarme de falta de advertencias al respecto.
Todavía recuerdo aquél nuestro primer aniversario en el que, orgulloso y lleno de motivación, te leía todos los pormenores que mi trabajo acarrearía después de mi ascenso, entre ellos el de “morir salvajemente en cualquier momento”, lo que en aquel entonces nos provocaba esas risitas nerviosas que acabarían formando parte de nuestro carácter tan simpático de cara a la gente. Todo eso nos importaba bien poco, ya que morir joven era, dicho con tus propias palabras, “cosa de novelas”.
Pues sí, mi querida guarnición afectiva (pues en eso te he convertido), en este momento la novela llega a su fin y como no veo motivo alguno para no ser absolutamente sincero, te diré sin reparos de ninguna clase que:
1. Habría sido muy conveniente echarle un último vistazo a la oferta de trabajo que tu padre nos hizo dos días antes del ascenso, aunque sólo fuese para volver a descartar irrevocablemente un puesto en la Empresa como “oficial enhebrador de miniembutidos para desnaturalizar”.
2. Nunca me importó realmente que te convirtieras con el tiempo en una persona tan radicalmente diferente de la que eras cuando te conocí, pues nunca tuve el impulso suficiente para inventariar todos tus condicionamientos hasta la fecha y esperar un comportamiento previsible atendiendo a unas cuantas débiles premisas. Es por este motivo que todas las mañanas te preguntaba si me habías echado azúcar en el café.
3. Esos bichitos que nos regaló aquél doctor en el día de mi cumpleaños (con el tiempo, decía, ya veréis como acabarán hablando), por mí puedes sacarlos ya de la bañera y soltarlos en el bosque, aunque dadas las manías adquiridas durante todo este tiempo y dadas sus proporciones actuales, creo que sería mejor donarlos a la ciencia.
4. Te quiero tanto como a tí.
En fin, uno nunca sabe cuándo… etc.
Hasta siempre.
P.D. Haz como que la lees repetidas veces y lloras mucho, ellos tampoco se fijan tanto, los he estado observando. El muñeco te lo enviarán a casa el próximo lunes. Ponle el gorrito y no hagas preguntas. Nos reuniremos en el sitio habitual. No vayas contigo, ya no es necesario.
Todavía recuerdo aquél nuestro primer aniversario en el que, orgulloso y lleno de motivación, te leía todos los pormenores que mi trabajo acarrearía después de mi ascenso, entre ellos el de “morir salvajemente en cualquier momento”, lo que en aquel entonces nos provocaba esas risitas nerviosas que acabarían formando parte de nuestro carácter tan simpático de cara a la gente. Todo eso nos importaba bien poco, ya que morir joven era, dicho con tus propias palabras, “cosa de novelas”.
Pues sí, mi querida guarnición afectiva (pues en eso te he convertido), en este momento la novela llega a su fin y como no veo motivo alguno para no ser absolutamente sincero, te diré sin reparos de ninguna clase que:
1. Habría sido muy conveniente echarle un último vistazo a la oferta de trabajo que tu padre nos hizo dos días antes del ascenso, aunque sólo fuese para volver a descartar irrevocablemente un puesto en la Empresa como “oficial enhebrador de miniembutidos para desnaturalizar”.
2. Nunca me importó realmente que te convirtieras con el tiempo en una persona tan radicalmente diferente de la que eras cuando te conocí, pues nunca tuve el impulso suficiente para inventariar todos tus condicionamientos hasta la fecha y esperar un comportamiento previsible atendiendo a unas cuantas débiles premisas. Es por este motivo que todas las mañanas te preguntaba si me habías echado azúcar en el café.
3. Esos bichitos que nos regaló aquél doctor en el día de mi cumpleaños (con el tiempo, decía, ya veréis como acabarán hablando), por mí puedes sacarlos ya de la bañera y soltarlos en el bosque, aunque dadas las manías adquiridas durante todo este tiempo y dadas sus proporciones actuales, creo que sería mejor donarlos a la ciencia.
4. Te quiero tanto como a tí.
En fin, uno nunca sabe cuándo… etc.
Hasta siempre.
P.D. Haz como que la lees repetidas veces y lloras mucho, ellos tampoco se fijan tanto, los he estado observando. El muñeco te lo enviarán a casa el próximo lunes. Ponle el gorrito y no hagas preguntas. Nos reuniremos en el sitio habitual. No vayas contigo, ya no es necesario.
6.7.06
BERTA VERSO
Apenas puedo adivinarte entre tanta gente, a pesar de haberte seguido escaleras arriba, hasta el palco… me pregunto quién será tu acompañante, el jovencito imberbe que te sujetaba el bolso mientras accedías a tu butaca.
Las luces se apagan, la función empieza, tengo que dejar de mirarte, aunque sé que estás en el mismo lugar que yo, a la misma hora, viendo la misma representación, la representación conjunta de quienes miran al escenario y de quienes se hallan en el escenario. La obra de nuestras vidas representándose en sesión contínua.
No lo sabes, pero aquel día me colé en tu fiesta por equivocación, estaba intentando salir del laberinto, traspasé aquella puerta verde, seguí por el caminito, atravesé un jardín birmano, subí aquellas escaleras de piedra, noté en ese momento una extraña sensación en el estómago… y me comí uno de tus pastelitos rusos.
Me deshice al instante poniendo perdida de mí la alfombra de aquel saloncito y quise saber desde mi condición de líquido derramado, quién sería aquel caballero de porte proverbial, entrado en edades y con un envidiable tomo blanco encima de su cabeza, que te sujetaba el bolso en el momento en que te dirigías a la terraza en su compañía. ¿No era el mismísimo cónsul que sería hallado muerto en misteriosas circunstancias al día siguiente de aquella fiesta? Ciertamente no le ví regresar de aquella terraza, lo cual no quiere decir gran cosa, pues aquella terraza tenía acceso directo a la calle, tal vez se despidiera cortésmente después de susurrarte algunas palabras cuyo secreto sólo tú conoces.
Pero en este momento finaliza el primer acto y de nuevo quiero alcanzarte con la mirada. El palco está vacío. Te busco por las numerosas estancias del edificio y no te encuentro…
Cansado de dar vueltas, regreso a mi asiento cuando da comienzo el segundo acto, después el tercero, el cuarto…
y tu palco vacío, como una boca profunda, se come el final
5.7.06
FUTBOL
Iba al fútbol con el único propósito de ver al árbitro. Lo de los jugadores y sus construcciones le traían sin cuidado, sólo le interesaba el árbitro, sus carreras, sus evoluciones, su extrema soledad.
Los árbitros veranean con sus familias en lugares apartados, pero sus familias son, al cabo, manifestaciones de su eterno retiro.
Hemos quedado a las noche y media.
O a las noche y mierda si el disgusto es gordo.
Todavía no sabemos si el disgusto es o no es gordo, pues todavía no son las noche y media, pero sabríamos que el disgusto sería gordo fuesen las noche y media o y mierda, en el caso, claro está, de que el disgusto y su gordura se produjieren. Esta última palabra padece una infección de los nervios, y se ha colado sin la intervención de que quien escribe, las palabras se cuelan solas, o nos las cuelan, no hay manera de eludirlas una vez instaladas (succesfully).
Sí hay manera de eludirlas. Y es ésta:
“Comiendo muchos bocadillos de ladrillo con gas para que pasen los gintónics”.