CARTA ANTES DE MORIR
No sabes lo difícil que me resulta escribirte la que con toda seguridad va a ser mi última carta, pues me han condenado a morir sin aportar ninguna prueba y sin ningún tipo de juicio, aunque dados los riesgos derivados del ejercicio de mi profesión, no puedo quejarme de falta de advertencias al respecto.
Todavía recuerdo aquél nuestro primer aniversario en el que, orgulloso y lleno de motivación, te leía todos los pormenores que mi trabajo acarrearía después de mi ascenso, entre ellos el de “morir salvajemente en cualquier momento”, lo que en aquel entonces nos provocaba esas risitas nerviosas que acabarían formando parte de nuestro carácter tan simpático de cara a la gente. Todo eso nos importaba bien poco, ya que morir joven era, dicho con tus propias palabras, “cosa de novelas”.
Pues sí, mi querida guarnición afectiva (pues en eso te he convertido), en este momento la novela llega a su fin y como no veo motivo alguno para no ser absolutamente sincero, te diré sin reparos de ninguna clase que:
1. Habría sido muy conveniente echarle un último vistazo a la oferta de trabajo que tu padre nos hizo dos días antes del ascenso, aunque sólo fuese para volver a descartar irrevocablemente un puesto en la Empresa como “oficial enhebrador de miniembutidos para desnaturalizar”.
2. Nunca me importó realmente que te convirtieras con el tiempo en una persona tan radicalmente diferente de la que eras cuando te conocí, pues nunca tuve el impulso suficiente para inventariar todos tus condicionamientos hasta la fecha y esperar un comportamiento previsible atendiendo a unas cuantas débiles premisas. Es por este motivo que todas las mañanas te preguntaba si me habías echado azúcar en el café.
3. Esos bichitos que nos regaló aquél doctor en el día de mi cumpleaños (con el tiempo, decía, ya veréis como acabarán hablando), por mí puedes sacarlos ya de la bañera y soltarlos en el bosque, aunque dadas las manías adquiridas durante todo este tiempo y dadas sus proporciones actuales, creo que sería mejor donarlos a la ciencia.
4. Te quiero tanto como a tí.
En fin, uno nunca sabe cuándo… etc.
Hasta siempre.
P.D. Haz como que la lees repetidas veces y lloras mucho, ellos tampoco se fijan tanto, los he estado observando. El muñeco te lo enviarán a casa el próximo lunes. Ponle el gorrito y no hagas preguntas. Nos reuniremos en el sitio habitual. No vayas contigo, ya no es necesario.
Todavía recuerdo aquél nuestro primer aniversario en el que, orgulloso y lleno de motivación, te leía todos los pormenores que mi trabajo acarrearía después de mi ascenso, entre ellos el de “morir salvajemente en cualquier momento”, lo que en aquel entonces nos provocaba esas risitas nerviosas que acabarían formando parte de nuestro carácter tan simpático de cara a la gente. Todo eso nos importaba bien poco, ya que morir joven era, dicho con tus propias palabras, “cosa de novelas”.
Pues sí, mi querida guarnición afectiva (pues en eso te he convertido), en este momento la novela llega a su fin y como no veo motivo alguno para no ser absolutamente sincero, te diré sin reparos de ninguna clase que:
1. Habría sido muy conveniente echarle un último vistazo a la oferta de trabajo que tu padre nos hizo dos días antes del ascenso, aunque sólo fuese para volver a descartar irrevocablemente un puesto en la Empresa como “oficial enhebrador de miniembutidos para desnaturalizar”.
2. Nunca me importó realmente que te convirtieras con el tiempo en una persona tan radicalmente diferente de la que eras cuando te conocí, pues nunca tuve el impulso suficiente para inventariar todos tus condicionamientos hasta la fecha y esperar un comportamiento previsible atendiendo a unas cuantas débiles premisas. Es por este motivo que todas las mañanas te preguntaba si me habías echado azúcar en el café.
3. Esos bichitos que nos regaló aquél doctor en el día de mi cumpleaños (con el tiempo, decía, ya veréis como acabarán hablando), por mí puedes sacarlos ya de la bañera y soltarlos en el bosque, aunque dadas las manías adquiridas durante todo este tiempo y dadas sus proporciones actuales, creo que sería mejor donarlos a la ciencia.
4. Te quiero tanto como a tí.
En fin, uno nunca sabe cuándo… etc.
Hasta siempre.
P.D. Haz como que la lees repetidas veces y lloras mucho, ellos tampoco se fijan tanto, los he estado observando. El muñeco te lo enviarán a casa el próximo lunes. Ponle el gorrito y no hagas preguntas. Nos reuniremos en el sitio habitual. No vayas contigo, ya no es necesario.
6 dijo:
Nosotros conocemos una antiquísima canción que dice así:
Adiós cometa errante.
de corazón helado, y distancias descomunales.
Enamorado del amor,polvo cósmico y estela chisporroteante.
Los cuerpos celestes no son libres.
Sujetos a órbitas mágicas y ejes milagrosos siguen su camino de inercias gravitatorias.
Predestinados por una vía láctea.
Tú lo sabias y empezaste a despedirte en cuanto lo viste aparecer.
Hace ya un cuarto de siglo.
Su mirada hacia el más alto sol.
Ya hizo la curva a su alrededor
Es lo más cerca de la tierra que jamás pasó.
Ya comenzó su regreso hacia el otro extremo, su rincón más oscuro.
Científico insomne y taciturno
qué estúpidos anhelos guardaste
Viejo astrónomo, tus estudios y mediciones,cálculos y cábalas te ayudaron a conocerlo
Pero no incidieron en absoluto en su paso.
El cometa no siente
no sabe, siquiera de tu existencia.
Ya no tienes edad
para correr frenético a la ventana para comprobar si dejó alguna de sus chispas.
Ni en la noche correr persiguiendo estrellas fugaces
y cerrando un ojo, alzar el brazo, tender la mano,
Y pasar tus dedos para tener
visual Ilusión de contacto.
¿No sabes que los astros no pueden salir de su camino?
De su sincrónico baile,
avance, giro, y volver rotando.
avance, giro, y volver rotando.
Si intentaran acercarse entre ellos
como higos maduros
caería todo el cosmos
todo caos.
Solo los que mueren puede salir de su camino.
Las enanas blancas, arañas, por su involución
forman agujeros negros.
En el espacio no hay corazones.
Los púlsares son metrónomos
que pautan a los cuerpos a avanzar
Viejo astrónomo ya llega la hora de tu retiro
Ya has brillado y expandido
Como una estrella supernova serás nebulosa.
Busca también tu paz y descanso.
Cuida de tu paloma y de tus niños de todos los colores.
Completada ya la desinstalación final de tu mirador espacial
Retira ya tanto microscopios como telescopios
para que pueda ser
éste espacio universal.
En el espacio no hay corazones, acaso sí haya alguno en esta vieja canción.
La música de las esferas...
La escuchamos en nuestro código genético, pero sólo cuando ya no hay nadie para escucharla
Sí, morir al menos una vez, nos libera de una pesada carga. De momento ya han sido retirados los aparatos medidores, y esos cilindritos instalados detrás de la cabeza están siendo desactivados
Importante saber si a uno le echan azúcar, miel, hiel o veneno en el café, coñus que sí.
Esto me ha recordado una entrevista que escuché, le preguntaron a un exquisito cocinero qué opinaba sobre que se le echase algún licor al café y él dijo que por tirar también serviría tomate.
Pero a veces siquiera es necesario que el veneno sea fulminante, con que tenga ese puntito sádico-destructivo que va matando poco a poco……puede ser suficiente.
Como electrocutado, una muerte terrible para un final cortocircuitado.
Hay que saber que en el presente, una no está compartiendo absolutamente nada con la otra.
Fascinante, preciosa, preciosa carta de despedida a un verdadero amor difícil.
El código genético…o arquetipos del inconsciente colectivo o individual.
Qué condensaciones más hermosas…y cómo refleja las transformaciones de personajes fusionales.
Gracias por tan bella despedida...hoy partimos con la duda permanente del retorno. Me despido para volver pronto
¡Claro!, los bichitos no hablan porque están en cautividad. En el bosque comenzarán sus diálogos, si algún científico quiere estudiarlos que mueva el culo hasta ese que es su hábitat natural.
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