AMARILLO, MARRÓN Y CRISTALES
Querido/a quien seas:
¿Eres tú eso? Bueno, daría igual, no sé lo que es eso, y cuando dices “no era lo que era”, tienes toda la razón: lo que era, no era por la simple razón de que por algo lo habrás dicho. Así pues, la manera más sencilla de expresar una opinión es abandonando toda intención de opinabilidad y confiar abiertamente en la posibilidad de que nadie sepa realmente de qué estás hablando. Además quién puede saber lo que hay realmente dentro de tu cabecita.
Alguien responde acurrucado detrás de un sofá (menudo susto nos ha dado):
—Lo que hay dentro de tu cabecita es lo mismo que lo que hay dentro de la mía, a saber:
1.—Un kilo de lechuga sin procesar
2.—Dos pavos reales. Uno de ellos muy bonito, el otro desplumado y un poco taciturno
3.—Luna de agosto reflejada en el capó de un coche perdido entre los campos
4.—Se cogen de la mano y al cabo de eternidad instantánea el sudor es sólo nuestro, de nadie
5.—El murito no se salta ni se bordea, se incluye en el paisaje. Una vez desaparecido en el paisaje, se trasciende y se recuerda, al fin y al cabo nos libró con su presencia de los conejos asesinos.
6.—Si quieres ir a pensar al cuarto de baño, sabe que la bañera suele estar siempre llena. Es aconsejable sentir en la mejilla la agradable frescura de una baldosa. Pégate a ella sin miedo.
7.—Solo existe tu mirada. Lo demás son cosas en forma de cabezas dentro de una cabeza.
Pero no estoy hablando de cabezas de cordero o de ganado, o cabezas de ajo o que alguien quedó “descabezado”. Hablo de un recipiente inverso que vuelve los pensamientos hacia dentro, albergando temporalmente una existencia sutil que reside en los sentidos, pero que no es los sentidos, acaso se trate de propia sentibilidad.
Ahora voy a dibujarte. No te muevas, o mejor aún, muévete sin parar un solo instante, o vete a casa, ya dibujaré ese calorcito que todavía quedaría en tu asiento (un macetero boca abajo).
Ya está, ¿qué te parece? He utilizado un material nuevo. Ya es posible exponer en el aire. Flotemos pues, hasta que la última vaca sagrada vaya por su propio pie a morir en el interior de una piscina particular. El perro que ni se mueva, podría morir también bajo las ubres.
“Tío, no te lo vas a creer…” Y así todo el rato.
Bueno, me despido. Volveré a visitarte después de las rebajas, hasta entonces, feliz amarillo, marrón y cristales.
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