¿QUÉ FUE DE AQUÉL AMIGO DE LA INFANCIA QUE SE DEJÓ LAS GAFAS ENCIMA DEL PUPITRE?
Nunca pensé que una alienígena pudiese parecerme atractiva, e incluso que llegase a provocarme la ternura que ahora mismo, recordándola, me acaba de situar en este estado de arrobo místico en el que me encuentro.
Todo empezó antes de ahora.
Yo vivía por ese entonces en una cabaña frente a un maravilloso lago de aguas turquesas y oscuras en los bosques del Cárdago. Había decidido establecer mi residencia por aquellos lugares huyendo de una vida absurda, llena de complicaciones, sustos y analgesias. Lo cierto es que necesitaba un lugar que favoreciese la quietud mental suficiente para llevar a cabo mis indagaciones acerca del sentido de la vida, la naturaleza del mundo y la conciencia subyacente.
Durante los primeros días me dediqué a la contemplación de aquellos espacios con todas sus imágenes, fragancias, texturas, brisas y sonidos. Comía cuando tenía hambre y dormía cuando me entraba el sueño.
Me olvidé del viejo mundo hasta tal punto que el lenguaje que hasta entonces había utilizado para construir mis pensamientos me pareció de pronto incomprensible. Las palabras se me antojaron orfebrerías de la mente, mantras desconocidos y fantásticos... Había dejado de pensar.
Un día, mientras paseaba por una vereda salpicada de flores de color fucsia, una cúpula giratoria iridiscente emergió de las profundidades del lago…
el mecanismo parece estabilizarse al cabo de unos instantes y tras una larga pausa, una puerta se abre para dar paso a una increíblemente bella criatura que se desliza por el agua con gran elegancia. El aspecto que presenta es algo así como una de las diez emanaciones de la energía primordial femenina, una encarnación insólita y que sin embargo me resulta tan familiar. Cuando llega hasta mí se detiene y nos miramos…
Todo lo que se ha dicho acerca de la comunicación entre seres es parcial, sesgado e irrelevante. Acabo de comprender lo que supone ser testigo del “ello” a través del otro. El “ello” es el estado común, de encuentro, de comunión, donde todo es posible y sencillo, mucho más de lo que cabría imaginar y sin embargo tan perfectamente imaginable, la imaginación es la fuente, la creación misma, no tiene límites, los límites son cosa del pensamiento, pero el pensamiento ya no opera en este nivel, o tal vez sí lo haga, pues el pensamiento también se expande…
Volamos por encima de los árboles y las montañas, atravesamos mares inmensos, los parajes más increíbles, y también las habitaciones de la infancia, los rincones más íntimos de la geografía afectiva, todo lo vivido, lo que está más allá de los recuerdos, todo estaba allí, y lo más curioso es que en ningún momento nos movimos del sitio. Tan sólo nos mirábamos.
Pasaron los días y las noches, las estaciones y todos los ciclos de la naturaleza tuvieron lugar en ese instante infinito. Los mensajes que habían flotado erráticos durante eones por el Cosmos me fueron transmitidos con gran delicadeza. Me sentí como un canal, un conductor de energía, una maravillosa herramienta del “ello”, una fluencia…
Cuando me dijo adiós con un susurro apenas audible, nos despedimos practicando una forma de beso desconocida (ahora me resultaría imposible describirla), lo que dejó en mí un sentimiento de alegría sin contrario que todavía permanece.
Y ahora aquí me ves, jugando con niños y perros por los callejones de una ciudad cualquiera, dibujando paisajes en los muros de las casas abandonadas, tocando el theremín en los parques, sonriendo a la lluvia... hablando contigo.
4 dijo:
Que bonito sentimiento el que describes Fran ¡¡¡¡¡
Creo que solo es posible imaginar ese instante mágico si has sentido ese tipo de conexión con alguien alguna vez .
Y es que la profundidad de unos ojos pueden decir más que mil palabras por muy bellas que estas sean ¡¡¡¡
Besos
Quien es capaz de ver una maravilla es que lleva la maravilla dentro.
No tanto , y tú lo sabes , déjate de apariencias.
de todos modos, cariño.
Muy cierto Fran… quizás para sentir esa maravilla hay que llevarla dentro¡¡¡¡
Un beso
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