2.4.07

EL ANUNCIO DE UN MUNDO MEJOR


“Super Rara” estaba sentada en el alféizar de una de las ventanas de la planta 4 del edificio de la Comandancia Terrestre de Maniobras Retractoras. A través de los cristales de aquellas ventanas se podía observar el ir y venir de hombres y mujeres disfrazados de militares dentro un laberinto de despachos sin paredes. En el patio de maniobras adyacente unos cuantos obreros arreglaban la fachada oeste que se había desplomado tras las últimas lluvias y cuando decimos últimas nos estamos refiriendo a verdaderamente últimas. En medio del recinto había una máquina amarilla Liebherr 612. Alguien la manejaba con notable habilidad desde la oscuridad de la cabina. En algún lugar sobre la superficie de un planeta inconcebiblemente remoto, una formación viscosa se alzaba sobre sus propios pliegues para volver a replegarse tras unos instantes, agotando de esa manera su vida biológica en ese planeta...

Todo eso ocurría a la vez.

Después ocurrió esto:

(OBRERO ESCALDADOR) —Eso de ahí arriba, ¿no es una mujer? Dios…
(PATRÓN DE ESCOMBROS) —Parece un enorme muñeco de esos que se te caen encima cuando de niño abres un armario ropero para ver qué hay dentro de la oscuridad. Tengo un poco de miedo.
(OFICIAL DE MAQUINARIA) —Yo diría que está señalando algo…

Efectivamente, aquella extraña mujer o muñeca grande de armario parecía señalar en dirección a un reloj situado en la fachada sur.
En ese momento marcaba LAS MIL Y CUARTO.

(OBRERO ESCALDADOR) —Se me ha hecho repentinamente tardísimo.
(PATRÓN DE ESCOMBROS Y OFICIAL DE MAQUINARIA AL UNÍSONO) —A nosotros también.

*****

Y ahora que es tan tarde, ya no hay nadie.

Se fueron hace mucho tiempo. El viento hace bailar en círculos a una maraña de matojos. El patio está quieto. Un semiperro del desierto, especie diminuta de reciente aparición cubierto en su totalidad por erupciones cutáneas se lame el prepucio sobre la cabina de una máquina amarilla y marrón óxido. Ya no hay cristales en las ventanas. La hierba ya no crece en los resquicios de las aceras. Un cartel de chapa decolorado (se adivinan azules turquesa, marfiles y rosa) sobrevive en la pared desnuda del edificio militar anunciando un lugar exótico para ir de vacaciones. Un niño con la cara muy redonda saluda sonriente a través de la ventanilla trasera de un vehículo familiar que se desplaza a ese lugar, alejándose del observador saludado (el saludo observador).
Y un reloj sin agujas está a punto de precipitarse al vacío…

El oficial de maquinaria, después de una larga enfermedad y de una severa intervención quirúrgica, se yergue sobre sí mismo, y al tiempo que se deja caer de nuevo sobre la cama agotando prácticamente su vida biológica en este planeta, le dice a su anciana mujer con voz apagada:

“Nadie lo recuerda ya, pero durante mucho tiempo se estuvo diciendo a mis espaldas que aquello que estaba allí subido lo puse yo con la escaldadora. Me respetan demasiado, tú lo sabes. Por eso nunca me lo dijeron a mí directamente. Pero yo sólo hago mi trabajo lo mejor que puedo, en eso pongo toda mi atención, bien me conoces, así que, ¿por qué motivo habría de dispersar esa atención que con tanta y tan larga dedicación he atendido, con el absurdo propósito de subir aquello allí arriba? Sí. Soy capaz de extraer de su nido con la pala escaldadora una cría de corneja y depositarla con suma delicadeza en el interior de un rollo de papel higiénico sin poner el papel perdido de viscerillas. También soy capaz de… tantas y tantas cosas…

Pero yo no puse aquello allí arriba. Bien lo sabes tú…”

“Ya no lo voy a hacer más.”

1 dijo:

Blogger WODEHOUSE dijo...

Desde luego,esta Superrara está cada vez más rara y más retorcida,vive Dios!.
Casi creo que es el "anuncio de un mundo peor".

13:08  

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