EL HIPNOTIZADOR
El Barón J. Otsein siempre fue renuente a mostrar sus dotes como conductor de voluntades en público; por esta razón realizaba sus sesiones siempre en privado. En aquellas sesiones no se permitía un aforo superior a ocho personas. Al menos cinco de ellas tenían que poseer alguna capacidad especial como por ejemplo mover objetos que hayan estado quietos en algún momento (cosa imposible de concebir pero comúnmente aceptada), o intervenir en decisiones ajenas a una distancia de al menos tres metros. Cualquier pequeña habilidad mental era bien recibida por el Barón, quien, por este motivo, parecía sentirse más cómodo durante sus intervenciones.
Los tres asistentes restantes tenían que ser dormidos previamente tras unas cortinas. Después podían permanecer tumbados junto a las cajas del fondo de la habitación si así lo hubiesen manifestado antes de la sedación. Pero habrían de contar con la ayuda de algún familiar que se hiciese cargo de los bultos después de la sedación. Los familiares sólo podrían, caso de desearlo, entrar en la habitación durante unos pequeños instantes con los ojos vendados aunque era preciso que sus consciencias fuesen previamente apagadas en todos los niveles (“una lobotomía resultaría menos traumática y más segura” asegura un amigo de un familiar). Se sugiere la permanencia en vestíbulo principal durante toda la sesión.
LA SESIÓN CERO
—¿Cómo se llama? (Barón J. Otsein)
—Si. (Paciente 114)
—Si. ¿Cómo se llama?
—Herp Alberb.
—Duérmase. Ahora.
—si.
—¿Lo ha hecho ya?
—si.
—Y, ¿porqué lo ha hecho?
—usted me lo ha pedido.
—Usted me lo ha pedido.
—usted me lo ha pedido…
USTED ME LO HA PEDIDO
camino sobre la arena gris… está oscureciendo, una brisa ligera llega del mar, las montañas parecen otro mar más oscuro en la lejanía... me llega calor del suelo, un calor muy agradable. me siento. tengo deseos de comprobar cómo se acuesta una esfera en el océano…
(clac)
¿qué está pasando? ¿es usted quien me tapa los ojos?
(…me pregunto a qué ojos me estoy refiriendo)
en este lugar se puede ver con todo, incluso con los ojos tapados.
Se oye un chasquido, una bombilla explota en la biblioteca.
Después, todo es normal. El Barón J. Otsein concluye la sesión:
—Muy bien, ya hemos terminado. ¿Quiere que le despierte o prefiere continuar dormido?
—me resulta muy difícil responder a eso, doctor…
—Y, ¿en qué estado prefiere usted continuar con esa dificultad, en el de sueño o en el de vigilia?
—el estado es lo que no quiero que cambie. con el resto puede hacer lo que quiera. pero sepa que:
1. el hecho de permanecer dormido o despierto como usted dice, no cambia mi estado.
2. el estado es al mismo tiempo lo de menos.
La transcripción completa de La Sesión Cero ha permanecido fuera del alcance de la opinión pública hasta la fecha.
En el diario personal del Barón, se ha encontrado esta anotación:
“Si, ya me he dado cuenta.”
Y esta otra:
“El paciente ha entrado en el núcleo sin ataques de pánico aparentes. Parece tranquilo.
De pronto inicia una conversación con otro sujeto con quien establece una comunicación muy fluida y sincera:
cuando dices que sí, que ya has pasado por eso otras veces, lo que me temo que quieras decir en realidad es que has repetido en tu cabeza un encadenamiento formal de seis o siete enunciados tendenciosos hasta saturar tu percepción de la pseudoexperiencia “lo que antes me gustaba ahora me aburre” hasta la analgesia total, ahogando de esta manera cualquier tentativa de disfrute ingenuo que aparezca en tu campo de atención sin ningún propósito específico. si crees que puedes vivir exactamente la misma experiencia dos veces, es que no has entendido de qué va esto. seguramente habrás entendido otra cosa. ¿podrías contármela? seguro que está muy bien también.”
1 dijo:
Gracias por visitarme,qué ilu!!!.
Para mis adentros:"Voy a leer despacio esta entrada,tiene muy buena pinta!!:"
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