NO ES TAN TARDE PARA SER SABADO

Pepetoño visita a su educador ministerial una vez cada tres meses con el fin de reponer el chip craneal y realizar el test correspondiente. Esta vez se ha instalado una configuración nueva en período de prueba, que parece estar dando muy buenos resultados a juzgar por las respuestas al interrogatorio de emergencia al que fue recientemente sometido.
La pregunta elegida en esta ocasión es la siguiente:
“¿Acepta que todo esto que hacemos
es un bien para usted?”
es un bien para usted?”
A lo que Pepetoño responde lo siguiente:
“Hay un momento en la semana en el que accedo a un estado de bienaventuranza que parece estar fuera de todo antagonismo: el sábado. Dado como soy a llevar una vida considerada por la mayoría del mundo como normal, durante la mayor parte de los días mi cabeza está ocupada por tribulaciones de todo tipo que me hacen pensar que la vida es una estúpida sucesión de acontecimientos absurdos donde la sensación de paz es sistemáticamente vulnerada por una suerte de continuo desasosiego subyacente.
Sin embargo, el sábado surge de las penumbras de la semana casi concluida como un espacio límbico de recreo blindado a los pesares cotidianos. Una pequeña cuna protectora donde parece que nunca es tarde. El domingo, esa fiesta aséptica consensuada, todavía no ha llegado. Y cuando llegue, tendré todo un día a mi disposición para permanecer narcotizado entre los vapores de la abulia, mientras voy despojándome de mi alma según avanza la tarde, para acabar entregándola de nuevo un poco antes de lunes…
He que decir que tengo ciertas dudas al respecto de la pregunta de hoy, pero seguramente es porque me encuentro un poco cansado.
Así que mi respuesta es sí: pienso que todo esto que hacen ustedes es un bien para mi”.
—“Lo cual es cierto”, replicó su mente subconsciente tras recibir el mensaje.