16.1.10

LA ALARMA: HISTORIA DE DOS MUÑECOS


La experimentación con muñecos está ámpliamente consensuada.

UNO

"Le he puesto una alarma a un mi hijo. Es un artefacto enorme y complicado de ajustar pero creo que el esfuerzo ha merecido la pena. Dado como es a perderse entre la gente, y tras largas noches de fatigosas búsquedas con linternas y palos por los bosques, decidí tomar cartas en el asunto y poner toda mi atención en el desarrollo de un sistema de detección de ausencias. Este proyecto me llevó años de investigación sin otras herramientas que las que mi percepción me iba proporcionando a través de la mera observación.

De esta manera acabé poniéndome en contacto con el investigador soviético Anatoli, quien muy amablemente accedió a ayudarme a resolver el problema (su hijo se perdió varias veces durante las últimas ferias de artesanía). Tras los primeros bocetos que me mostró de la máquina, ya me fue posible identificar un patrón de movimiento pseudodireccional cuya única referencia era nuestra fe en el espacio. ¡Sabía que teníamos algo!

Aquél día nos emborrachamos con vodka y compartimos secretos inconfesables. Reímos y lloramos durante horas y pensamos que bien podríamos introducir algunos cambios en el mundo conocido empleando la misma metodología. Estábamos eufóricos, sólo queríamos el bien de todo el mundo en general, lo cual afortunadamente nos incluía.

Una vez fabricado el prototipo, corrí inmediatamente a probarlo. Para ello tuve que acondicionar el terreno de la parte trasera del colegio. Conseguí los debidos permisos municipales y me instalé allí a lo largo de seis meses. Al séptimo mes le instalé el dispositivo en medio de fuertes medidas policiales y sanitarias.

Desde entonces, cada vez que está punto de producirse una ausencia, se activa la alarma en el sector correspondiente. Esta mañana por ejemplo, se emitió una frecuencia de 1500 ciclos en el sector 4. Para que el volumen aplicado no incidiese en su campo auditivo de forma determinante, le coloqué (al niño) un traje de kevlar aluminizado implementado en su biología. El resultado es sorprendente: nunca se queja y ya no se ha vuelto a extraviar”.

DOS

“Hola, soy el niño a quien le han puesto la alarma. Con el fin de no echar por tierra los experimentos de mi padre, me he visto obligado a retrasar notablemente mi nivel de oxidación para seguir pareciéndole un niño, pues de todos es sabido que sólo los niños se pierden en las ferias, y pasados unos años la tendencia de mi cuerpo a convertirse en adulto comenzaba a exhibir una fuerte persistencia.

Así que preferí acomodarme a la nueva situación, y aquí me ven, a mi edad, acarreando este enorme trasto con esas gigantescas bocinas chillando en todas direcciones. Si bien es cierto que el sentido auditivo ya no lo uso mucho, la cantidad de energía que me entra por los oídos (a pesar del fascinante equipo de insonorización y sellado que se empleó en mi equipamiento), acelera mis procesos metabólicos hasta un punto ciertamente crítico.

A pesar de ello, experimento un secreto placer viendo a mi padre tan sumamente tranquilo y contento. Ahora, como premio, me lleva a ferias constantemente”.