LA DISOLUCIÓN DEL MIEDO

PARADIGMA 1
Un buen gestor del miedo tiene miedo, pero dosifica su respuesta emocional hasta las fronteras del dolor en el peor de los casos. En el mejor de los casos se conforma con un sordo malestar estomacal subyacente que nunca desaparece del todo. En cualquiera de los dos casos incorpora el miedo con resignación profesional y método. De vez en cuando expulsa las bábulas sobrantes con quejidos ahogados y tos seca a modo de drenaje. Su perro le mira de reojo unos instantes y prosigue con su búsqueda de nuevos olores a mierda: están dando un paseo por el parque. Esta tarde no ha habido sustos significativos, motivo por el cual el gestor del miedo se siente moderadamente contento.
De pronto la nostalgia le invade: “Ah, dónde habrán quedado aquellos tiempos de despreocupada inocencia…”.
Entonces de entre la maleza surge un homínido carroñero de la subespecie de los protohuevos que avanza hasta el sujeto dando traspiés al tiempo que se desprende de los últimos harapos que le quedan con gestos desmesurados y amenazantes. Abre la boca dejando al descubierto sus dos premolares inferiores, coge aire y grita lo siguiente:
—Aquí han quedado, ¡en mi saco de mugree!
PARADIGMA 2
Juan quiere pan. Camina por calles estrechas, es de noche, hay charcos, las cocinas están encendidas, se oyen gatos y bebés…
Sigue caminando por travesías cada vez más oscuras, sale de la ciudad, llega a un polígono industrial, lo atraviesa, continúa por el campo, silencio, no hay luna, se detiene.
Entonces ante él aparece la imagen espectral de un esqueleto envuelto en una especie de viejísima túnica negra portando una guadaña sobre su hombro izquierdo. Dice ser la muerte.
—Soy la muerte.
—Hola, dame pan, y que esté tierno y caliente.
—Sí, pero soy la muerte.
—Dame pan.
—Toma pan (una bagette recién horneada).
—Gracias.
—Ahora tienes que venir conmigo.
—Con mucho gusto iría contigo, pero como comprenderás, este instante eterno que habitamos está fuera del tiempo y por tanto no hay movimiento, así que no puedo ir a ningún sitio que no sea éste. Has aparecido en mí, lo cual es una maravillosa expresión de creatividad, y si es tu deseo te puedes quedar aquí cuanto quieras. Sin embargo has de saber que a causa de mi naturaleza original yo sólo puedo permanecer aquí, y se da la circunstancia de que mi cuerpo ha preferido quedarse a vivir conmigo en este momento.
—Eso que dices no puede ser.
—Pues está siendo.
—Sí, es cierto.