28.4.06

EL EXAMEN FINAL (extracto de "Historia general del miedo")




Hoy me han dado los resultados de mi último examen: aprobado raso. Pero a pesar de aprobar por tan escaso margen (mis educadores dudaron hasta el último momento), el hecho es que he terminado por fin mis estudios de oficial de calderería. Ya no habrá más horas robadas al sueño, ni fines de semana encerrado en casa, ni excitantes, ni pastillas para dormir, ni se me volverá a caer más el pelo de las cejas (ya casi irrecuperables).

Se puede decir que soy un anciano libre, pues a mi edad ya no tengo que trabajar siquiera. Sesenta y ocho años de estudios han dado para mucho. He aprendido todo, absolutamente todo sobre el miedo. Miedo a quedarme sin vacaciones, miedo a repetir curso, una vez acostumbrado a repetir curso, llegó el miedo a no repetirlo, un miedo mucho más intenso que el anterior, pues requería una nueva y desconocida adaptación, luego llegaron otros miedos más pequeños aunque verdaderamente numerosísimos que he organizado en bloques de mil quinientos mieditos. Huelga decir que una vez catalogados y organizados resultan escalofriantes vistos en su conjunto.

Pasada esa época vinieron los miedos gordos como la sensación de no llegar nunca a ser nadie, ya que el oficio de calderería desapareció hace ya muchos años con la llegada de los Burltrozzer alemanes que simplificaban las tareas de tal modo que la presencia humana era meramente testimonial, y cuando digo testimonial, me refiero a testimonial de verdad, es decir para dar testimonio y de lejos, porque esas máquinas producen un nivel de ruido elevadísimo. Es por ello que los lugares destinados a la calderería han sido desplazados fuera de las ciudades y enterrados muchísimos metros bajo tierra. Aun así seguí estudiando, eso sí, de forma clandestina y visitando a los pocos maestros caldereros que han ido quedando, ardua labor que me ha llevado a los lugares más insólitos. Era ya una cuestión de amor propio y, porqué no decirlo, de terror a que mi vida perdiera, después de tantos años de estudio, el sentido que para mí parecía haber tenido.

Sin embargo, los miedos posteriores y que han permanecido prácticamente hasta el día de hoy son los que peor ha encajado mi sistema nervioso, y estos son dos, a saber: miedo a terminar los estudios y miedo a ser tonto. El primero de ellos ha resultado ser casi infundado, ahora que he terminado me doy cuenta de ello, pues a pesar de haberme provocado temblores discontinuos en los párpados y articulaciones superiores que todavía persisten, han anulado los antiguos temblores muchísimo más virulentos que marcaron mi comportamiento hasta el punto de tener que ser intervenido quirúrgicamente en múltiples ocasiones sin resultados satisfactorios y sembrando severas dudas teóricas entre la comunidad médica. El segundo miedo (miedo a ser tonto) es un miedo verdaderamente extraño que me sobrecoge el corazón, porque, de ser verdad, sería mentira todo lo que me dijeron mis padres: “eres el niño más listo del mundo”. ¿Porqué me dirían semejante cosa si no es cierta? Tarde o temprano lo habría de descubrir; aun siendo de verdad tonto, uno puede saberse tonto, pues la conciencia de ser tonto no resta ni un ápice de tontería, es más, la potencia. Lo doloroso de este asunto es que nunca me habría importado ser tonto, se adquieren valiosísimos privilegios y no habría hecho falta estudiar durante tantísimos años. Mis padres deberían habérmelo hecho saber, ya me las habría arreglado, un tonto tiene en este mundo grandes posibilidades de triunfo, muchas más que los considerados normales.

Pero desgraciadamente todo esto es una conjetura, yo no sé todavía si soy tonto, de ahí mi miedo, el miedo más terrible, un miedo que ejerce su autoridad sobre mí de forma demoledora. Y es ahora, al final de mis estudios y quizá de mi vida, cuando me enfrento a una verdad que sinceramente prefiero que se mantenga por siempre oculta. Así que he decidido declarar ante mis educadores, con el fin de que me obliguen a seguir estudiando, que SIEMPRE HE COPIADO EN TODOS LOS EXAMENES.
Lo cual es cierto.

1 dijo:

Anonymous Anónimo dijo...

No se puede ser libre, a pesar de la edad, si uno sigue teniendo miedo al miedo...; o lo que es lo mismo, a mostrar"nos" en nuestras miserias, errores, tonteces,etc.
De todas formas, una persona que "se copia" y hace suyo lo bueno de los demás y de las situaciones(realidades),nunca es tonto.
"Copiar-se" deliberada, manifiesta y tajantemente es una sana actitud.
¿Qué es la creatividad sino la adecuada "re"utilización de saberes y herramientas que otros han experimentado y nos son útiles?

(Y...otra vez con los padres a vueltas...)

23:28  

Publicar un comentario

inicio