EL WING TSUN, ¿ES UN INVENTO DE MUJERES?
Dicen que sí. También dicen que no. De cualquier forma ha trascendido la leyenda de dos mujeres que huyeron de un monasterio en llamas y se escondieron en un bosque donde idearían un sistema de lucha eficaz contra las poderosas ventajas de los hombres guerreros que las perseguían para de acabar con sus vidas.
Pero algo extraño hay en esta rama del Kung Fu (lo cual no es del todo cierto) que obliga a un examen detenido. Pese a ser considerado como un arte guerrero frontal, no lo es en absoluto. De hecho advertimos su tangencialidad en cuanto observemos sin prejuicios a un luchador experimentado en el arte del Wing Tsun en acción. La fuerza del “otro” es aparentemente absorbida desde el centro hacia la periferia mediante un desplazamiento o reubicación del centro. Creemos que esto que en principio parece una renuncia al centro, no es otra cosa que una hábil manipulación del centro.
Aquellas mujeres (dicen que una monja y su aprendiz) comprendieron en toda su magnitud la frontalidad del hombre en su desplazamiento y en su ataque. Sin embargo la efectiva manipulación del centro en realidad tiene su origen en la pasividad del guerrero de Wing Tsun. Y es en esta pasividad donde encontramos la gran diferencia con otros sistemas de lucha. Una pasividad, por lo demás, esencialmente activa, una “acción sin intención”, o la “acción de la no acción” o como se quiera describir este conocido concepto taoísta.
El elemento femenino al servicio del arte de la lucha se constituye así en una eficaz alternativa a los sistemas de confrontación basados exclusivamente en preceptos masculinos.
Un guerrero que sabe esto es muy difícil de batir.
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