CRÓNICA ÍNTIMA DE UNA EJECUCIÓN
Un reo es conducido hacia la horca a través de los estrechos corredores de una penitenciaría.
Cuando lo subieron al patíbulo hacía un poco de frío. Sus últimas palabras fueron dichas:
“¿El último miedo era esto? Adelante con todo y muchas gracias”
El verdugo hizo los ajustes pertinentes en torno a su cuello y pidió una autorización. La autorización fue concedida.
Estas fueron las palabras del verdugo un poco antes de abrir la trampilla:
“Querido quien quiera que seas, no estamos en los mejores momentos, que diría Laín el Fatuo, “el amigo de los demás”, y quizá el hecho de decirlo ya baste para que así ocurra, después de todo nadie ha conocido a Laín en ningunos buenos momentos, él mismo ya lo decía.
Pero dejemos a ese amigo, querido quien quiera que seas, quiero hablarte de cómo me siento en estos momentos tan… poco comunes. Es como si me hallase suspendido de un hilo finísimo, a punto de caer en algún sitio si el hilo llegara a romperse, pero el hecho es que no me estoy cayendo, o más bien se podría decir que me encuentro en suspensión, el hilo sólo está pegado a mí, y mi pregunta es, ¿podría permanecer en suspensión durante toda una vida? Porque tradicionalmente se pensaba que no, que “cómo vas a permanecer suspendido, ¡bájate de ahí ahora mismo!”, aunque hay que admitir que la palabra suspensión resulta un poco lúgubre, todo hay que decirlo.
Quisiera descubrir mi línea de flotación para descansar un poco una vez hallada. Y quedar suspendido en mi frecuencia natural con todos sus armónicos consonando. Sin embargo no debe de ser fácil ceder el control y dejarse llevar con plena confianza. Sería tan difícil como ir a bordo de un barco en medio de un fuerte oleaje y no oponer resistencia al reajuste natural del organismo con su correspondiente cambio de frecuencia. A menudo la oposición se impone y el resultado es un desagradable mareo y la sensación de que todo es muy feo.
Me gustaría que me enseñaras cómo se hace lo que haces, quien quiera que seas”.
El reo no dijo nada, pues ya lo había dicho todo.
2 dijo:
Los plieges y los leves mareos parece que acucian a veces, la verdad es que siempre hay algo en el candelero! son nuestros amigos.
Debe ser un inmenso precipicio el asomarse a tu propia muerte como este reo, tratar de imaginar como se cruza y qué se siente al traspasar esa fina linea que separa la vida de la muerte. debe ser tristísimo decidir la vida y la muerte de los demás. Por fuerza tiene que destruir.
Fenomenal entrada, me dejas...admirada y boquiabierta.
Publicar un comentario
inicio