Qué verde y vivo se ve el jardín a través de esta ventana.... ¿No es la lluvia en sí ya todo un acontecimiento? He soñado que dejaban en mi ventana un libro que se titulaba "celebración". Como agua de mayo en junio. Dormir con el balcón abierto escuchando el ritmeteo de las goteras. Oleadas de aire limpio y fresco que se derraman sobre nuestras caras. Los pies fuera de la manta. Quiero pensar que es el cielo un hombre y una mujer la tierra. Llueve, lluvia, empapa, hidrata, rebosa sus manantiales. Para que ella le renueve la promesa de nuevos frutos. Eclosión. Mientras por las noches llueve, las estrellas cierran sus párpados y pueden descansar. Aunque entonces no las veamos; Altair, Vega y Deneb, el triangulo del verano. Ni la desafiante luz de la más antigua, Aldebarán, en el ojo del toro. Ni Antares, gigante roja en la cabeza del apasionado escorpión. Aunque el agua quede lejos alguna otra vez y dé paso de nuevo al ardor del sol. Tormentas. Esperar las nuevas melodías, como el campo a la lluvia. Con la misma dulzura con la que se espera un nacimiento, a una nueva criatura. Todos los insectos, pululando después de la lluvia, esperando sorber el polen de cada nota, el néctar de cada giro, la sabia de cada frase.
2 dijo:
Qué verde y vivo se ve el jardín a través de esta ventana....
¿No es la lluvia en sí ya todo un acontecimiento?
He soñado que dejaban en mi ventana un libro que se titulaba "celebración".
Como agua de mayo en junio.
Dormir con el balcón abierto escuchando el ritmeteo de las goteras.
Oleadas de aire limpio y fresco que se derraman sobre nuestras caras.
Los pies fuera de la manta.
Quiero pensar que es el cielo un hombre y una mujer la tierra.
Llueve, lluvia, empapa, hidrata, rebosa sus manantiales.
Para que ella le renueve la promesa de nuevos frutos. Eclosión.
Mientras por las noches llueve, las estrellas cierran sus párpados y pueden descansar. Aunque entonces no las veamos; Altair, Vega y Deneb, el triangulo del verano. Ni la desafiante luz de la más antigua, Aldebarán, en el ojo del toro. Ni Antares, gigante roja en la cabeza del apasionado escorpión.
Aunque el agua quede lejos alguna otra vez
y dé paso de nuevo al ardor del sol. Tormentas.
Esperar las nuevas melodías, como el campo a la lluvia.
Con la misma dulzura con la que se espera un nacimiento, a una nueva criatura.
Todos los insectos, pululando después de la lluvia, esperando sorber el polen de cada nota, el néctar de cada giro, la sabia de cada frase.
Qué maravilla
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