LA ORQUESTA QUE LO UNICO QUE QUERIAN ES EL BIEN DE TODOS, Y UN EXPERIMENTO GENETICO
Esto me lo contó un niño escondido entre los matorrales al que no pude ver bien. Más bien no lo vi en absoluto. He traducido un poco su historia para facilitar la lectura, porque el niño solo usaba para expresarse media docena de monosílabos y muchos gimoteos y sollozos.
“La suerte ha querido que el lugar donde lincharon a los músicos de la orquesta (el borde de un precipicio en las afueras del pueblo) estuviese lleno de conejos que atacaron con gran obstinación a los linchadores y a sus perros. También la suerte ha querido que hubiese un muro con yerbitas en el borde del barranco, lo que ha frenado la caída al vacío de los músicos. Dicen que el fondo del precipicio está lleno de cadáveres de humoristas malogrados. —Los conejos nos salvaron— dirían los músicos casi al unísono, ya salvos en la furgoneta, a varios kilómetros de distancia del pueblo donde esa noche intentaron amenizar una romería en la que no solo no bailó nadie sino que puso a todo el mundo, por lo que parece, de muy mala hostia. Los niños habían acabado con toda la cristalería del vehículo a base de pedradas y cuando después de trescientos kilómetros sin repostar decidieron parar a tomar algo que aliviase los coágulos de sus bocas y narices, consideraron muy seriamente la posibilidad de montar una panadería tipo cooperativa. Habría una sección de pastelería sin la menor duda.”
El niño dijo todo eso y luego calló totalmente. Yo le pregunté “¿dónde está tu mamá”. Silencio. Me fui.
Al día siguiente regresé al mismo sitio (curiosidad) y volvió a hablarme. Esto dijo el niño, nuevamente traducido: “Una señora que no es de este pueblo ha dejado detrás de la iglesia, sin que la vean (yo la he visto), envueltos en una tela, dos seres pequeños que saltan mucho y lloriquean como humanos. El afilador se los ha llevado a casa. Los tiene en la bañera. Ahora ya no saltan porque resbalan constantemente. Ahora lloriquean y tiemblan. El afilador les ha dado nueces y cartón humedecido en agua, pero no comen nada. Solo lloriquean y tiemblan. El afilador los tira por el desagüe. Todo queda atascado. Sus gritos se oyen a todas horas a través de alguna tubería interna. Vaya.”
El niño no volvió a decir nada más. Parece que se marchó. No he vuelto a los matorrales. Ya sé andar muy rápido a la pata coja.
2 dijo:
Los niños que acechan en los matorrales suelen contar historias verídicas.
En mi pueblo, cuentan que un peluquero falleció tras desoir sistemáticamente los consejos de un niño agazapado en un matorral. Al peluquero lo enterramos entre todos pero la sorpresa fue mayúscula al comprobar como de sus restos brotaba un arbol que nos proporcionaba abundante pelo y olorosos ungüentos sin pedir nada a cambio.
Felicidades por su extraño y sugerente blog.
Ese árbol es puro amor, es usted una interesante presencia, gracias siempre
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