EL JOVEN QUE CANTABA A LAS FLORES
Soy una señora muy mayor que ha conseguido (tras adquirir el conocimiento necesario) una velocidad urbana de crucero muy razonable, sin embargo sólo quiero ir a la pollería de enfrente; lo de los parques ha dejado de interesarme desde que alcancé cierta destreza en los “viajes transorgánicos” gracias a mi nieto Lucho, quien me ha abierto las puertas de la percepción tras innumerables charlas y experimentos a la luz de las velas.
“Abuela, dentro de unos días querré saber si adviertes mi presencia mientras cambias de ropa a los muñecos. Yo estaré detrás de ti, pero no te diré cuándo”.
Y vaya si la noté. A partir de entonces nos comunicamos a distancia, pues ya no necesitamos vernos dos veces al mismo tiempo. Con una es suficiente.
Lucho tiene una mascota (un huacanote fosforescente). Dice que habla pero yo todavía no la he oído decir nada, sin embargo asegura que acabaré haciéndolo si presto atención continuada, cosa que no me resultará nada difícil porque esa mascota me produce una gran impresión continuada.
Y cuánto nos reímos. Sobretodo tras esos habituales espacios silenciosos que tanto nos gusta compartir, a pesar de que cualquier sutil insinuación sea suficiente detonante para estallar en carcajadas sin ninguna consideración dando rienda suelta a los orines. En cierta ocasión intentamos ponernos mutuamente unos pañales (los plásticos que envolvían el horno nuevo) pero no pudimos realizar la operación debido a las carcajadas y a lo resbaladizo del piso, así que trasladamos los perritos definitivamente a la bañera.
Por cierto, ahí llega.
Suenan timbres, la mujer se desplaza hasta la puerta y abre la puerta:
—Hola abuela, te traigo la escafandra que me pediste, aunque créeme que no la vas a necesitar allí donde vamos. ¿Estás preparada (has tomado las infusiones, has realizado los ejercicios previos, etc…)?
—Sí, estoy preparada, pero dame la escafandra de todas formas.
—Está bien. Vamos a retirar los muebles, tapar las ventanas con cartones y subir la mascota a la lámpara (ten cuidado de no tocarle las zonas blandas pues podría soltar bencina cáustica).
Entonces sucedió esto:
Tras dos horas de respiración holotrópica fundieron en azules...
3 dijo:
O.K.
si no pierdes el respeto y el miedo hacia triángulos bicuples y otros animalillos, estos avanzaran hasta rodear por completo a tu muñeco.
Vale, de acuerdo. De todas formas ya he puesto los paños a calentar.
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