6.11.08

UN ASPECTO POCO CONOCIDO DEL CESTO DE LA ROPA


Victor, quien desconoce la hora que es, vive en el piso de arriba de una casa de huéspedes. Llevado por un secreto anhelo ha decidido investigar el cesto de la ropa de la inquilina del piso de abajo, “no vaya a ser —se dice— que se le haya caído por descuido algún objeto de incalculable valor entre las camisetas, sábanas, servilletas, bragas, toallas, calcetines, sujetadores, calcetines, camisones, manteles, trapos de cocina, medias, faldas y pantalones”.

Él no quisiera que ella se volviese loca buscando ese objeto valiosísimo en los lugares equivocados, o que llegase a desesperar ante la idea de su pérdida. Llegado el caso él mismo le haría entrega del preciado objeto presentándose inmediatamente en su habitación con la mayor consideración, le daría un sentido abrazo y luego la pondría al corriente de todo lo sucedido. Sería un momento mágico, uno de esos momentos que la vida regala de vez en cuando, hacerla feliz por un momento, compartir su alegría tal vez cogiéndola de las manos, sintiendo su temperatura, humedad y textura, escuchando la música de su voz y reconfortándose con fragancias no del todo desconocidas, hasta se diría familiares, pues ¿acaso no está recogida la esencia de las personas en el cesto de la ropa?

“Ah, Corina, mi dulce Corina, quién sabe qué pensamientos pasean por tu mente mientras ves llover tras la ventana, hasta quizá la hayas dejado abierta para sentir el agua fresca en tu cara, en tu pelo, en tus ojos… Me pregunto si ya habrás metido la ropa en la lavadora…

Descuida, no he encontrado ningún objeto maravilloso que puedas echar en falta, así que ya puedes tender tranquilamente tus texturas al sol una vez amaine el temporal. Tal vez decidas esperar hasta entonces leyendo en el salón algún tratado de medicina antigua, o escribas alguna carta pendiente, o cuentes los días que faltan hasta la llegada del marinero, tu hombre ausente, aquél cuya foto se vuelve cada vez más amarilla, a veces me pregunto si realmente existe…”


Victor, quien desconoce la hora que es, ha vaciado el cesto varias veces pero el preciado objeto no aparece… “Vaya, parece que hay cosas que no están en los cestos de la ropa” se dijo, “al fin podré amarte libremente en tus texturas sin que nadie me moleste”.

Finalmente la ropa fue tendida al sol,
blanco nuclear y colores vivos.

3 dijo:

Anonymous Anónimo dijo...

cuantoas cosa puede decir de uno el cesto de la ropa, del estilo, color tendencia de formas, eso no deja de hablar de tí, sin duda la escusa del objeto perdido era la adecuada para urgar entre intimidades tan expuestas y enamorarte sin pudor.

18:24  
Blogger Sergio P. Migoya dijo...

Siempre me sorprende como eres capaz de escarbar en la realidad como si fuera un cesto de ropa y, a diferencia del personaje, encontrar algo de valor que ofrecernos a golpe de imaginación.

07:22  
Blogger fran rubio dijo...

Sí, la realidad es de lo más escarbable, como un cesto de ropa, entre intimidades tan expuestas... gracias.

12:48  

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