2.11.08

SALIR DE ESPALDAS A LA LUZ


(Extracto de las “Memorias de ese señor disfrazado de espeleólogo que me acompaña últimamente”, dictado al oído por el Padre Ostos a su homínido pupilo, capítulo 9: “Las uñas fuertes hienden bien la roca, y los cuatro principios de la oscuridad”).

—No sabía que se podía llegar tan lejos viajando a través del suelo a bordo de una cuña de aerogel. Esto es muy bonito, no me quejo, pero preferiría ir en pos de los espacios abiertos en mi nave espacial que por cierto todavía no está terminada, seguramente estarán realineando sus moléculas de mercurio o algo así. ¿Usted qué opina padre Ostos, cree que encontraremos pronto su Cielo de Diamante? Pensaba que le habría bastado con la visión de la Montaña de Velurio y sus verdes incandescencias para dar por concluida esta expedición. Me asombra su extraordinario interés por lo intraterreno, he de reconocerlo.
—Y dígame usted: ¿ha pedido una nave y se la han concedido?
—Sí.
—Entonces formará parte del Consejo el próximo año, ¿no?
—Sí, yo seré la última parte.
—Claro, de todas formas ha de saber que todas las primeras partes ya se han caído, pues se trataba de postillas sanas.
—Vaya.
—No se preocupe, yo me quedaré por aquí, creo que podré adaptarme en unos pocos meses. Vaya en pos de sus espacios abiertos, ejerza su parte en el Consejo, y no se olvide de salir de espaldas una vez se encuentre frente a la grieta, ya que la luz podría resultarle insoportable.