19.2.09


Créanme si les digo (no lo hagan si no lo hago) que en el Polo Norte hay selva. Yo la he visto con mis propios ojos: vegetación espesa, aves exóticas, insectos del tamaño de un aguacate, temperaturas incuestionablemente tropicales, y a pesar de que toda la documentación ha sido quemada o extraviada, no podemos evitar un profundo y renovado sentimiento de asombro cada vez que recordamos aquellos gloriosos días en los que éramos tan inconscientemente jóvenes que no conocíamos todavía el poder del autosabotaje…

Tan sólo hacíamos lo que queríamos hacer hasta reventar de plenitud, llegábamos hasta donde hiciese falta asistidos por una creatividad sin límites, pues no existía otro propósito que el de trasladar nuestras imaginaciones al mundo físico haciendo un uso creativo de sus leyes.

Partimos desde Alaska aprovechando el glaciar que por aquél entonces se había formado y que llegaba hasta los mismísimos hielos polares el 13 de octubre de 1947. A pie. Nueve personas andando sin más a través de los hielos durante meses. Nueve personas preparadas especialmente para la ocasión. Tuvimos que pasar por duras pruebas antes de iniciar la expedición, como andar de rodillas por el interior de una cámara frigorífica modelo Brahuer durante períodos de tres semanas con descansos alternos no superiores a la media hora, bombardeados constantemente por ventiladores gigantescos que soplaban salvajemente desde todas las esquinas, sin comer, sin beber y sin dormir, coqueteando con el punto de no retorno…

Eramos conscientes de las grandes dificultades a las que habríamos de enfrentarnos: llegar de la manera más incierta y desconocida hasta el centro mismo del Polo Norte y ver qué pasa. Allí, a pelo, sobre el terreno, con todo el increíblemente horroroso frío húmedo dándonos obstinadamente en la cara, penetrando a través de nuestra capa protectora de grasa una vez rebasada la protección de los cueros, sin poder a penas ver nada entre vendavales blancos, grises, febriles y oscuros, el ruido era ensordecedor…

Y de pronto todo comenzó a transformarse a medida que avanzábamos, el infierno gris fue desapareciendo en favor de los colores, enseguida nos encontramos caminando sobre flores y piedras preciosas, aves exóticas volando junto a grandes mariposas de alas tornasoladas, ríos con peces dorados, cascadas de agua dulce entre rocas con mantos de verdín y líquenes violeta, el aire emitía fragancias florales que inducían al enamoramiento y hubo un momento en que sentimos que toda nuestra vida nos había conducido hasta el lugar donde estábamos, o quizá debería decir al estado en que nos hallábamos…

Estimado gobernador de Kutsia y demás miembros del consejo, pronto nos encontraríamos con maravillosas criaturas que nos acogieron, nos enseñaron, y nos deleitaron con sus manifestaciones afectivas durante lo que experimentamos como una eternidad, pues el tiempo no tenía lugar en aquél sitio…

Lo único que me gustaría que considerasen es la posibilidad de que dejen de quemar y extraviar documentos y vayan a ver el asunto por sí mismos. Pondremos a su disposición los registros cartográficos que todavía habitan en nuestra memoria, y estaremos encantados de ayudarles en lo que necesiten.

Sepan que cuando regresen serán recibidos con los brazos abiertos.

1 dijo:

Anonymous Anónimo dijo...

Donde está Wadehouse?

Acaso ha descubierto tu fraude?

16:40  

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